Un nuevo fracaso para la selección. Y sí, esa palabra entra de nuevo en este cuento. Porque estar en cuartos de final no puede ser un motivo de orgullo. Cuartos de final reúne a los 8 mejores del torneo, pero en esta ocasión hablamos de que solo 10 compiten; y apenas 4 obtienen cupo directo a un Mundial en caso que estas sean eliminatorias. Es como decir «yo era el octavo mejor de mi clase» y que pregunten «¿cuántos eran». Y respondas: «10».

Un milagro nos llevó a la siguiente ronda. Empatamos a un Brasil ya clasificado, con algunas variantes, sin Neymar. No creo que fue un gran punto o una gran virtud; ellos lo tomaron relajados. Además, agradecer que Perú le ganó a Venezuela, porque si la Vinotinto sumaba 3 puntos, La TRI quedaba fuera.

Si hay que resumir el desempeño de Ecuador en esta competición, los puntos no son positivos: malos planteamientos, desatenciones, errores defensivos (tanto de centrales como laterales), groseras fallas de los arqueros (todos jugaron) y equivocaciones infantiles. Esto no puede llamarse «evolución», como lo indicaba el profesor Gustavo Alfaro.

Y es que el DT, antes y durante la Copa aclaró que el torneo iba a servir para afianzar ideas de cara al resto de fechas de las eliminatorias sudamericanas rumbo a Qatar 2022. En estos partidos nos dimos cuenta que la realidad es la misma de siempre. En cada análisis o conversación no falta el «es que si la metíamos, la historia era otra». O el «si no cometíamos ese error, no nos marcaban, porque de ahí jugamos bien». Lo único cierto es que eso lo vivimos SIEMPRE. Nunca se mejora. Siempre «se juega como nunca y perdimos como siempre».

El problema inicial, la convocatoria. En lo personal, no creo en los procesos en la selección. En cada llamado hay que citar a los que mejor momento pasan en sus clubes. Proceso lo llevas en un club, no en una selección. Hay que quitarse el «chip» de «es que pensemos para el futuro». Sí, en el futuro hay que pensar en quién está mejor EN ESE MOMENTO. Hoy se piensa en el presente para superar los obstáculos que te da una Copa América, una doble fecha de eliminatorias, una triple, entre otras.

Si les gusta la palabra «proceso», muy bien, pueden usarla; pero acá no la aplicamos como se debe. En otros países existe eso, pero porque el entrenador sabe que sus jugadores tienen ritmo y son indispensables en sus clubes; pero acá no. Las zonas que más dudas generaron en La TRI son las que más nos fallaron por falta de ritmo: Arrancamos con Domínguez (no juega); para luego recién utilizar a Ortiz y Galíndez); Ángelo Preciado y Pervis Estupiñán NO juegan en sus equipos, y han sido de los más criticados desde los juegos de eliminatorias Vs. Brasil y Perú; en el mediocampo, muchos cambios y experimentos para cada partido, con la excusa de decir «cada partido es diferente».

Y en los partidos decisivos como ayer, que ya son cuartos de final, que son mata-mata, donde te enfrentas a un equipo que tiene al mejor jugador del mundo, te das cuenta cómo la desesperación se apodera. Para las últimas variantes, cuando caíamos 1-0 priorizamos cantidad (sin ideas) antes que calidad. Existen mejores formas de morir con dignidad.

Se necesita una mejor delantera. Énner Valencia no marca desde el 2019 (Vs. Trinidad y Tobago). Casi 2 años esperando para que sea goleador histórico de la selección. Pero más allá del récord, debemos pensar que no ha sido la solución para la selección. Leo Campana, que a pesar de tener cualidades interesantes y que también pienso que más adelante tendrá un gran momento, sí necesita continuidad para que sea tomado en cuenta para futuras convocatorias.

Una Copa América en que si se debe sacar un punto positivo es la individualidad de pocos jugadores. Piero Hincapié, Jhegson Méndez… Y darnos cuenta que no se puede vivir de la historia, se la hace. A la vuelta de la esquina tendremos triple fecha de eliminatorias donde debemos acumular la mayor cantidad de puntos posibles, sino nos quedaremos fuera nuevamente de una Copa del Mundo.

Escrito por: Víctor Loor Bonilla