Las manos todavía le tiemblan. No puede sostener el celular. Hay que verlo para ser testigo de tanta emoción, de lo que genera una foto con él o, si se quiere, años y años de espera para tener esa imagen en el teléfono. Messi ya trasciende fronteras. Y Fernanda lo demuestra. Llora y no puede parar. «Estoy feliz. Cumplí uno de los sueños de mi vida, quizás el más grande», dice.

Y hay que creerle. Como le pasó a Washington con su hijo Lionel (así le puso en honor a Messi) en una de las últimas prácticas de la Selección, Leo hace llorar de felicidad a los brasileños. Aquí, es un fenómeno impresionante. Con él no hay rivalidad. Hay admiración. Y sueños cumplidos.

Fernanda intenta hablar pero no puede. «Hace diez años que empecé a aprender español porque soñaba algún día poder hablar con él. Así que no te puedo explicar lo que siento. Desde chiquita que soy fanática de él. Me parece un ejemplo de vida en muchos aspectos», cuenta.

Ella es de Salvador. Pero está envuelta en una bandera argentina. Su amor por Leo todo lo puede. «Me alojé en el hotel hace dos días y no podía lograr que se sacara una foto conmigo. No paraba, no paraba y cuando lo hacía, no era cerca mío. Esta vez era mi última chance y lo logré. Soy brasileña, pero siempre estoy hinchando por él. Es mi ídolo más grande y me ayudó en muchos momentos de mi vida. Él no lo sabe, pero fue así», contó en un muy buen español. El premio mayor ya lo tiene.