El Serbia-Suiza que se jugó ayer, y que permitió a los suizos acceder a los octavos de final tras imponerse por 2-3 estuvo cargado de polémica, no ciertamente deportiva pero sí política. El jugador que anda detrás de todo el lío es Granit Xhaka, que se puso una camiseta de su compañero de selección Jashari. El suizo de origen albano-kosovar comparte apellido con el líder del Ejército de Liberación de Kosovo (KLA), que fue ejecutado en 1998 junto a 60 personas más.

En Serbia se han tomado como una verdadera provocación lo de Xhaka, ya que nunca han reconocido la independencia de Kosovo como país. Además, minutos antes de ponerse la camiseta, Xhaka tuvo varios encontronazos con los jugadores rivales, porque se llevó la mano a los genitales mirando al banquillo de Serbia y hasta el portero Milinkovic-Savic lo agarró del cuello.

Días antes, Serbia colgó en su vestuario de preparación del duelo en el que cayeron frente a Brasil, una bandera con el territorio de Kosovo bajo la enseña de Serbia y el lema «sin rendición». Estas palabras hacen alusión al gran conflicto existente en los Balcanes, tras la independencia en 2008 de Kosovo.

Ambos tuvieron que emigrar a Suiza por la guerra de los Balcanes, y fueron protagonistas del duelo contra Serbia en el Mundial de Rusia de 2018. Los dos jugadores marcaron en la victoria 2-1 sobre los serbios, y lo celebraron haciendo el gesto del águila bicéfala con sus manos, símbolo del nacionalismo albanés y kosovar y, por tanto, contrario a las ideas serbias de unificación.

FUENTE: MARCA.