El ecuatoriano Michael Arroyo llegó al futbol mexicano en el Torneo Apertura 2010, de inmediato se le anotó como un jugador desequilibrante en el mano a mano y con un buen disparo de media distancia; verlo pegado a la banda, para después convertirse en un correcaminos, fue una constante.

Al América arribó en el Apertura 2014, procedente del Atlante, donde un torneo antes tuvo su mejor semestre con 8 goles, una cuota que no repitió más en su estancia en el futbol mexicano. En Coapa, Michael fue más un jugador de ráfagas, que de constancia, aunque el rendimiento de su primer torneo y el gol que marcó en la Final del Apertura 2014 contra Tigres le dieron crédito para seguir en el plantel.

En el trato con la prensa y el entorno era como el de muchos otros jugadores; es decir, dependía del estado de humor que tuviera en el momento para saber si daría declaraciones, aunque solía justificarse con el hecho de que era tímido. Y en el trato con la gente era igual, un día podía atender a los aficionados y al otro no, humor puro.

Así se lo pasó por tres años, el tiempo que duró su estadía en el conjunto azulcrema. Y dentro del vestidor era visto como un tipo de buen humor, que bromeaba mucho y aguantaba también cuando le tocaba recibir las bromas de sus compañeros.

Pero hubo un día que Michael puso cara sería y se le borró la sonrisa, también la timidez. Fue en el último torneo que estuvo en México, Clausura 2017, el paso del equipo no era el mejor y varios jugadores no se detenían a dar autógrafos en la puerta principal de Coapa.

Un día Michael salió con prisa, no se detuvo, delante de él había otro auto, tocó el claxon y aceleró, fue cuando se escuchó un grito: “¡Uy, no atiendes; tenías que ser negro…”. El grito lo había hecho una señora de edad, unos 60 años, lo que no imaginó la mujer fue la reacción del futbolista.

Arroyo detuvo su auto y echó de reversa y le dijo: “¡Sí, estoy orgulloso de ser negro, pero no se vale que me grite así!”. La mujer se quedó sorprendida y solo respondió: “¡Es que debería detenerse con la gente!”. Y Michael siguió: “¡Yo siempre me detengo, pero hoy tengo prisa señora, no soy una mala persona y usted no me puede decir negro, porque lo hace como insulto; Sí soy negro y me gusta serlo y estoy orgulloso de mi color de piel!”.

La señora ya no supo qué decir. No sabía dónde meterse, pero eso sí, le pidió a Michael le firmara su playera, el ecuatoriano lo hizo “con afecto”.

TOMADO DE MILENIO

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