Marcelo Gallardo está identificado con River. Muy identificado. Es un fana más, lleva la Banda en la piel. Como jugador lucía la 10 con orgullo y dio muchas vueltas, pero lo que sigue haciendo como técnico es sublime. Sumó títulos internacionales, como Libertadores, Sudamericana, Recopa, tiene una paternidad tremenda con Boca y eso lo disfruta como cualquier fanático. Ya había gritado en la cancha y hubo más puertas adentro.

La cámara oficial de River tomó al Muñeco bajando las escaleras de la Bombonera, volviendo al vestuario después del 0-1 y de la clasificación a las final del 23/11 en principio en Santiago. Y la reacción, con su ayudante Biscay detrás, fue con una descarga que quedará en la historia como tantos otros momentos. «¡¡¡Sí, síiiii, síiii», fue el grito desaforado acompañado por puños apretados.

El Muñeco es ídolo en River, ya consagrado entre lo top de todos los tiempos. Bautizó y la gente adoptó con optimismo el «hay que creer», siempre transmite confianza y es la figura del equipo por delante de cualquier jugador, reconociendo habitualmente con el «Muñeeeco, Muñeeeco». Escribió un capítulo más en su historia personal con Boca y en la historia de River. Y pegó flor de grito en el vestuario de la Bombonera.