La guerra en Siria se ha cobrado más de 270.000 vidas, incluyendo alrededor de 80.000 civiles y cerca de 13.500 niños. Además ha provocado el desplazamiento de más de 13 millones de personas y tras 5 años de interminable sufrimiento el conflicto no parece tener fin.

Con las principales ciudades prácticamente destruidas y los soldados patrullando las calles en búsqueda de rebeldes -en los territorios que aun controla el régimen de Bashar Al Assad-, la vida de quienes no han podido cruzar la frontera ha cambiado radicalmente.

Las escuelas y los hospitales dejaron de ser lugares seguros, ya que se han convertido muchas veces en blancos de bombardeos por parte del Estado Islámico o del mismo gobierno. Pero todo este caos no pudo frenar el fútbol.

La selección nacional de Siria, conformada principalmente por futbolistas que se desempeñan en otras ligas, ha alcanzado el mejor rendimiento de su historia, justo en el peor momento de la nación árabe.

El ‘Qasioun Eagle’, apodo por el cual se lo conoce al combinado nacional, tuvo un formidable rendimiento en la etapa preliminar, en donde sólo sufrió dos derrotas (ambas ante Japón) y logró clasificar a la instancia final.

En esta etapa deberá quedar entre los dos primeros de su grupo para clasificarse a la Copa del Mundo, o bien tercero, si pretende disputar un repechaje. La zona la comparte con Irán, Qatar, China, Uzbekistán y Corea del Sur.

El conflicto bélico ha provocado que Siria ya no pueda jugar sus partidos de local en su país, por cuestiones de seguridad, y para el encuentro del siguiente martes utilizará como sede Macao, al sur de China, que al igual que Hong Kong funciona como una región administrativa especial.

Osama Omari, una de las figuras del equipo, explicó en diálogo con FIFA en febrero de este año cómo hacen los integrantes del seleccionado para poder jugar los partidos: «Nos juntamos solamente en el lugar donde vamos a jugar, un par de días antes del partido. ¿Concentraciones? ¡Ni pensarlo! Cada uno se prepara con su club. Y eso también ocurre cuando jugamos de locales, porque no podemos jugar en casa».

En todo este tiempo, el seleccionado sólo ha disputado un partido amistoso y el periplo que debieron atravesar los futbolistas para poder participar del cotejo ha sido desgastante: «Tuvimos que juntarnos en Damasco, para después tomar un autobús a Beirut (Líbano). De ahí, un avión nos llevó a Qatar, desde donde volamos a Malasia», explicó Omari en la misma entrevista.

Además, la liga local ha perdido fuerza. Los jugadores extranjeros han escapado, ya no llegan refuerzo de otros países y muchos clubes han desaparecido. El certamen se ha acortado y solo se disputa en estadios de Damasco y Latakia, por razones de seguridad.

A pesar de que los futbolistas han dejado sus ideales para luchar por un bien común, clasificar a Rusia 2018, la política ha tenido lugar en el plantel, en noviembre de 2015 durante una conferencia de prensa en Singapur, previa a un partido de Eliminatorias.

En esa ocasión, el entrenador Fajr Ibrahim, un dirigente y el centrocampista Osama Omari lucieron remeras con la cara del presidente sirio Bashar Al Assad. El director técnico explicó que en aquel momento que vestir esas prendas fue una decisión propia y que se debía al orgullo que sentían por el mandatario: «Este hombre pelea contra todos los grupos terroristas del mundo. También por ustedes (señalando a los periodistas). Es el mejor hombre del mundo».