Con un barco cargado con hambre de triunfo llegará Ecuador a la tierra de Allende y Pablo Neruda. La Copa América próxima a jugarse en Chile deberá ser el punto de inflexión y cambio que necesita la selección nacional.

Durante los últimos 15 años las actuaciones de Ecuador por Copa América han sido muy malas y por ende no se ha logrado nada. El país y el equipo se acostumbraron a que en la cita continental dejábamos muy mala imagen y que lo que importaba eran las eliminatorias mundialistas. Si analizamos y vemos hacia atrás nos daremos cuenta que esta fue la línea que manejaron todos los seleccionadores que pasaron por la tricolor.

Se nos vendió la falsa idea de que Ecuador no podía ni debía enfrentar ambos torneos y que debía priorizar uno. Se basaban en que la selección no tenía suficientes jugadores ni recambio posicional y que entonces se debía ir a la Copa América a “probar” o a tomarla como una “etapa de preparación” previa a las eliminatorias. El problema de esta postura es que se acostumbró al jugador a pensar de esta manera y no se encaraban los partidos con la ambición necesaria para lograr triunfos o posiciones estelares. A esto se le suma que como consecuencia del (falso) argumento de la falta de jugadores, los que estaban se sentían seguros de su titularidad y recurrían a la ley del mínimo esfuerzo.

Es cierto que no hemos tenido la cantidad de jugadores que tienen selecciones como Brasil o Argentina, pero de ahí a justificar que no se pueden encarar dos torneos por falta de plantilla o de nivel hay mucha distancia.

Hoy el fútbol ha evolucionado mucho, convirtiéndose en un negocio y en unos de los sectores económicos más pujantes de la actualidad. El jugador de fútbol es un trabajador, un profesional y un artista que está al servicio de un acto de entretenimiento en el cual todos quieren hacer su parte para ganar. Para entrar en esta evolución hay que cerrar etapas y procesos, y ese fue el primer paso que dio la selección al ponerle fin a la era de Rueda, con lo cual no sólo estaba cerrando ese capítulo, sino toda una era de un estilo bien marcado. Estilo que no puede ni debe desmerecerse porque ha sido hasta ahora el más exitoso y que cambió profundamente el fútbol ecuatoriano; pero que sin embargo como a todo le llegó su fecha de caducidad.

Gustavo Quinteros se puso la camiseta nacional sabiendo que su trabajo consistiría en mucho más que lograr la clasificación al siguiente mundial. En sus manos estaba ser capaz de lograr una transición difícil, pero necesaria. Le tocaba enfrentarse a años de exitosas clasificaciones que traerían las comparaciones que nunca faltan. Además sabía que debía devolver la motivación y la unidad a un grupo que no pasaba por su mejor momento. A esto se le suma la complicada tarea de buscar relevos en diversas posiciones y trabajar en un proceso de abajo hacia arriba para que la transición sea lo menos brusca posible.

Es indudable que Quinteros cuenta con toda la capacidad de trabajo y el carácter para sacar adelante este proyecto de cambio e inflexión. Y así también como toda planificación, necesita tiempo. Revertir una situación de año en pocos meses es muy complicado porque no sólo se trata de llegar, sino de mantenerse e imponerse. Imponer un sistema de trabajo y de juego que requerirá de trabajo y mucha práctica. Quinteros deberá hacer lo que mejor sabe, que es potencializar a los jugadores hacia su máximo y mejor rendimiento. La diferencia es que la selección no es un club y eso siempre deberá tenerlo presente.

La primera oportunidad está en Chile y lo que queremos comenzar a ver son los primeros pasos de ese cambio, de esa evolución. Una selección que vaya descubriendo y afianzándose en un estilo de juego y que se muestre confiada en lo que puede hacer. Que se encaren los partidos con ganas y actitud. Que sea una selección que proponga, que maneje los tiempos, que sepa lo que hace dentro del terreno de juego. Una selección que no sea egoísta.

Que esta Copa América sea ese punto de inflexión que se necesita. Que se la juegue con seriedad, que se sea inteligente, que se vaya partido a partido con la mirada puesta en llegar lo más lejos posible. Una Copa América que nos permita volver a creer.

“Un entrenador genera una idea, luego tiene que convencer de que esa idea es la que lo va a acompañar a buscar la eficacia, después tiene que encontrar en el jugador el compromiso de que cuando venga la adversidad no traicionemos la idea. Son las tres premisas que tiene un entrenador. Napoleón no era un táctico, sino un estratega. Si tenía que cambiar, cambiaba. Eso vale para el fútbol también.”

César Luis Menotti

 

 

Por: Ab. Sylvia Meneses Echeverría
Máster Internacional en Gestión y Marketing Deportivo
Twitter: @pilumeneses