La Regla del Juvenil

El escándalo continúa rondando el fútbol ecuatoriano y lo más vergonzoso es que muchos se comienzan a acostumbrar. No señores, es una situación muy grave la que vivimos y no debemos minimizarla. Empecemos por la misma FEF, ente regulador del balompié nacional cuyo modus operandi parece estar claro y que claramente han obtenido un “reprobado” cuando de gestión de crisis se trata.  Y aquí tenemos que seguir un principio lógico, si la cabeza está mal, ¿cómo podemos pretender que el resto funcione correctamente?

La FEF vive en un continuo camino de negación. No importa cuán clara sea la realidad ante los ojos de todos, los directivos de la FEF no aceptan y peor aún resuelven. El fútbol es un tema nacional, no es meramente  una institución o un deporte. El fútbol es una realidad que forma parte del día a día de los ecuatorianos, y esto hace que cualquier asunto relacionado se convierta automáticamente en un interés de índole nacional. Prueba de esto es que los legisladores o asambleístas están interviniendo, la vergüenza es tal que desde todos los sectores se intenta aclararlo.

Hoy ya conocemos las sanciones impuestas a tres jugadores juveniles y se dice que cada semana aparecerán más nombres y más sanciones. (Tema que trataré en una próxima columna). Sin embargo, hoy quisiera hacer énfasis en la tan famosa “Regla del juvenil en cancha” que ha sido ratificada por la Federación el pasado martes 28 de julio.

El primer año que apareció esta normativa fue allá por el 2006 y consistía en que un jugador sub-19 estuviera presente en todos los partidos de la Serie A. Lo que no se pensó bien fue el tiempo, como no había límite de tiempo sucedía que los técnicos los hacían jugar escasos minutos e inmediatamente eran sustituidos. En el 2008 esto cambia y la nueva regla era que el juvenil debía actuar mínimo 45 minutos corridos, es decir, un tiempo entero. Decimos todo esto como antecedente.

Ahora aterrizamos en el 2015 y la regla es sub-18. El juvenil debe estar desde el arranque y actuar mínimo 45 minutos (un tiempo), tanto en la Serie A como en la Serie B. Dejemos claro que los sub-18 son aquellos nacidos a partir de 1997. Ahora si comencemos a hacer memoria y veamos cómo estamos.

Primero, si tu objetivo como federación es sacar nuevos jugadores jóvenes o ir formando las selecciones juveniles del país, te equivocas al pensar que por imponer una norma de carácter obligatorio alcanzarás la solución y peor aún la continuidad. Tan importante como la meta es el trabajo que hagas en el camino. El camino es la inversión, la formación, los torneos juveniles, el desarrollo, la planificación y el adecuado control de las divisiones inferiores de los clubes y de las distintas canteras o escuelas nacionales. Es un camino de resistencia y no de velocidad.  El problema radica en que el objetivo de la FEF no es éste, sino vanagloriarse de una cantidad determinada de juveniles y decir que todos esos juveniles salieron durante su mandato. Grave error.

Siguiendo este camino nos damos cuenta que la realidad es que con esta regla se expone semana a semana a un jugador joven a vivir situaciones para las cuales no está física, mentalmente ni sicológicamente  preparado.

Es una norma que fomenta el facilismo y la desesperación. Los clubes buscan desesperadamente a juveniles que puedan cumplir con la norma y los utilizan de manera oportunista, con la única idea de cumplimiento, más no de voluntad. (Claro que hay sus excepciones).  El facilismo en los juveniles es otro problema porque estos chicos saben que los clubes los necesitan y no les importa esforzarse, están ahí y los llaman. No hay camino, no hay preparación y no hay proceso.

¿Y dónde dejamos la continuidad? ¿Dónde dejamos entonces a la generación de 1996? Pensemos seriamente cuántos jugadores que empezado a jugar como juveniles gracias a la norma han de verdad continuado participando de manera regular. ¿Cuántos han seriamente destacado?, ¿cuántos han seguido un camino profesional? Y ni pensar cuántos en verdad han sido exitosos, ya sea a nivel nacional o internacional.  Lamentablemente la respuesta a todas estas preguntas es “pocos, muy pocos”.

Y entonces la conclusión cae por su propio peso. Se quieren alcanzar objetivos loables, pero por el camino fácil. Se intentan alcanzar metas deportivas imponiendo reglas y obligaciones incoherentes. No se está midiendo su verdadera efectividad, ¿cuáles son los indicadores de éxito a corto y largo plazo.? ¿Dónde está la inversión, la planificación y el control?

Los resultados están a la vista de todos. Desesperación por encontrar juveniles que han llevado a las mafias y personas inescrupulosas a abusar de la situación. Una clasificación a un mundial juvenil empañada por el escándalo. Adulteraciones de documentos e identidades. Canteras que igual siguen sin inversión y si es que la hay, es inversión privada y en contadas excepciones.

Entonces, ¿de verdad siguen creyendo que esta regla del juvenil ha ayudado al fútbol ecuatoriano?.

Por Sylvia Meneses (@pilumeneses)

Los “veinteañeros” del fútbol ecuatoriano (Parte I)