Desde Argentina nos llega una foto en donde se ve una linda expresión de lo que es el fútbol y su impacto en la vida. Un hincha de Instituto de Córdoba de la segunda categoría estaba viendo una revista y luego le dio un beso.
El motivo de esa emoción es porque en la misma salía su hijo, Mateo García, quien es jugador del club lo que añade mucha emotividad al momento.
La imagen fue tomada por el fotógrafo argentino de las inferiores del club, Leo Rea y el periodista Hernán Laurino publicó el siguiente texto junto a la foto que lo invitamos a repasar:
“El padre del jugador llega al estadio en silencio, despacito. Tiene una camiseta del club del que es hincha. Esas cosas del destino llevaron a que el padre del jugador reciba el regalo más grande: que su hijo juegue en su equipo. Pero el padre del jugador sabe que no es un regalo del todo. Por eso va solo al estadio.
Porque se sienta en esa platea, en la parte más baja, y si tiene la suerte de que su hijo entre, se sentirá entre la espada y la pared.
Deberá callar por dentro para no pelearse con alguno que le pedirá que “corra más” y que “meta la pata”. El padre del jugador nada dirá. Y ojo, aquí hablamos de los “buenos” padres del jugador.
No de aquellos que gritan. No de aquellos que insultan. No de aquellos que dan indicaciones. No de aquellos que hablan con su entrenador de turno para que los ponga.
El padre del jugador, este padre, vive una situación especial y siente lo que sienten tantos familiares de jugadores. La injusticia del aplauso que se transforma en insulto en una jugada. Pero vamos a lo importante. A esta imagen.
El padre del jugador recibió una revista en la entrada a la cancha de Instituto. La apretó en su mano derecha y caminó hasta sentarse. Allí la abrió. Repasó los nombres y encontró a su hijo en el banco de suplentes. Una foto de su rostro sonriente.
Entonces, el padre del jugador habla con una foto, en medio de mucha gente que se ubica en los escalones y espera un partido que está por comenzar.
El padre del jugador mira a la foto y dialoga. Le dice que confíe en su talento. Que no se deje amilanar por un fútbol traicionero. Que siga adelante. Que no afloje.
El padre del jugador es padre de un juvenil, de un jovencísimo talento. Se llama Mateo, García de apellido. Pero aquí es lo que menos importa.
En la cancha está Leonardo Rea y está su lente, su cámara de fotos. Todo el mundo va a ver un partido, Leonardo va a mirarlo.
Por eso lo ve al padre del jugador besando la foto de su hijo en la revista. Y lo conoce porque el fotógrafo está cada fin de semana en esa usina de sueños que son las inferiores de los clubes. Por eso cuando los chicos llegan a Primera le piden, “una foto con toda la gente atrás, Leo”. Y Leo se las saca.
El padre del jugador no sabe que le sacaron esa preciosa foto. El fotógrafo sabe que es una foto preciosa. “Apenas la saqué, me emocioné”, me cuenta. “Por eso te la paso. Vos sabrás qué hacer”.
La foto ya no es del fotógrafo ni del padre del jugador. La foto es del fútbol. Que nos regala instantes tan pequeñamente inmensos como estos”.