En su primera jornada de deliberaciones, el Cónclave de cardenales no logró alcanzar los votos necesarios para elegir al nuevo líder de la Iglesia Católica. Desde la chimenea de la Capilla Sixtina se elevó humo negro, símbolo inequívoco de que aún no hay consenso.
Para que un cardenal sea proclamado Papa se requieren al menos 86 votos de los 128 cardenales electores. En esta ocasión, no se alcanzó el umbral de los dos tercios requerido, por lo que las votaciones continuarán en las próximas sesiones.
El próximo pontífice será el Papa número 267 en la historia de la Iglesia, en sucesión de Francisco, cuyo legado marcó una era de reformas y apertura. Sucesor aún sin nombre, su elección es seguida con expectativa por millones de fieles en todo el mundo.
Mientras tanto, la Capilla Sixtina permanece en solemne silencio. La mirada del mundo sigue fija en Roma, a la espera de que el humo blanco anuncie el inicio de una nueva etapa para el Vaticano y para el catolicismo global.
