Tomás Molina, delantero de Liga Deportiva Universitaria de Quito, conversó con el departamento de comunicación de los albos acerca de sus momentos más duros durante su carrera profesional.

«Llegué a pensar muchas veces en dejar el fútbol por cuestiones a veces extrafutbolísticas, me ha pasado por ahí en Huracán de querer dejar porque no estaba jugando mucho, o me pasó también hace no mucho, hace 2 años, que me tocó de tener muchas lesiones», contó.

Y agregó: «Estuve 6 meses sin poder jugar, parecía como que nunca podía jugar. Llego un momento en el que dije ‘basta, basta’. No aguantaba más, mi cabeza iba a mil. ‘Dije no soy feliz así’. Y por suerte, en 6 meses cambió 180 grados mi vida y me empezó a ir excelente. Me pude recuperar de las lesiones, volví a jugar, tuve uno de los mejores años de mi carrera (en Ferro en el ascenso argentino) y pude venir a LDU. Tuve 2 o 3 veces que pensé en dejar el fútbol, pero después de las malas vienen las buenas. Siempre cuando vienen las malas, vienen todas juntas».

Respecto a quiénes lo apoyaron, añadió: «Mi familia, mi novia, los amigos, pero también lo tuve que tratar con un psicólogo deportivo que me ayudó muchísimo. También he tenido muchos psicólogos y al principio no quería hablar con nadie. Iba con uno y después capaz que no quería segur hablando, pero tuve la suerte de encontrar a esta persona que me ayudó a pensar desde el lado deportivo también. Me ayudó mucho cuando te bajoneas, cuando las cosas te salen mal, cuando tenés un mal partido. Además de los seres queridos, (su psicólogo deportivo) es uno de los que más me ayudó para poder seguir».

Y de sus cábalas antes de cada encuentro, expresó: «Es como automático, toco el pasto, hago la señal de la cruz y miro para arriba, siempre pienso en mi abuelo. No me pudo ver jugar. Siempre lo recuerdo y todos mis goles son para él. Siempre antes del partido, miro para arriba pidiéndole por favor que me ayude. Siempre los goles los dedicó a él, me hubiese encantado que me hubiese visto jugar».