“¿Adentro de la cancha?”. Rodolfo D’Onofrio lo piensa un segundo y acepta la propuesta de LA NACION, antes de sumergirse en una hora y media de charla: bajar las escaleras desde la oficina de presidencia -que de a poco empieza a desmontar-, entrar al campo de juego por la puerta Maratón y entregarse durante diez minutos, bajo el sol de la tarde, a las indicaciones del fotógrafo. “¿Así que vos sos el que sacó la foto de la atajada de Armani a Benedetto en la Bombonera el día de la primera final de la Copa? ¿Y sos de Boca? Te felicito, esa foto es espectacular, la tenemos en un libro”, gira acá y allá, ya sobre el césped, mientras la cámara se gatilla una y otra vez. Está pleno, y se le nota fácil: después de ocho años, dejará la presidencia del club al que empezó a venir de niño con su padre. Ocho años que coincidieron con la época de mayor gloria futbolística de River en toda su historia: ningún presidente cosechó tantos títulos (15) como él. Termina la sesión, desanda el camino, invita café y pide agua sin gas. Ahora sí, empieza la última entrevista que dará en ese despacho.

-El partido con Defensa y Justicia fue el último suyo en el Monumental como presidente. ¿Lo sorprendió la ovación que recibió?

-Esa noche hice algo que hago todos los partidos: salí, toqué el pasto y me volví. Pero esta vez fue diferente. La gente me hizo un mimo increíble y me emocionó mucho. Y después terminé diciéndoles: ‘Sigan, esto tiene que seguir’. Terminar un período de ocho años y tener el cariño de la gente es impresionante. Yo llego a esto por tener un equipo de gente que labura como loco y por los jugadores y el cuerpo técnico. Me frenan hasta los hinchas de Boca para pedirme una foto o decirme: ‘Me encantaría que hubieses sido presidente nuestro’. Hay cariño porque se dan cuenta de que hemos hecho algo transparente y distinto a lo que pensaban hasta mis amigos. Algunos periodistas hasta me decían que iba a destrozar mi apellido, y hoy soy el tipo más feliz de la tierra. A mi familia le dije que había un riesgo pero que iba a hacer todo para que nada malo ocurriera. Hoy puedo terminar así…. El esfuerzo valió la pena.

-¿Los títulos son lo que más destaca?

-Nosotros presentamos 11 objetivos al comienzo de mi mandato, y los cumplimos. Cuando empezamos, estábamos en coma 8, teníamos un cheque sin fondos que cubrir por día. El club estaba para entrar en convocatoria. Algunas medidas fueron resistidas al principio, porque hubo que hacer ajustes, y esa palabra no le gusta a nadie. El último objetivo que logramos fue sacar a los que vienen a delinquir a la cancha. Somos los únicos que lo hicimos. Con Tribuna Segura los sacamos del circuito. Me voy feliz por eso. A veces me dicen “eh, pero los bombos son el folclore del fútbol”. Y yo no tengo problemas con los bombos, tengo problemas con los delincuentes que llevan los bombos.

-En ese sentido, la imagen de la suspensión de la final de la Libertadores con Boca quedó muy marcada también.

-Pero no tiene nada que ver con eso. Nosotros veníamos trabajando desde hacía tiempo con la identificación de los que tenían derecho de admisión. Dimos pasos hasta sacarlos. Hay anécdotas increíbles, como uno que terminó preso por venir a la cancha y tenía pedido de captura. Lo que pasó la tarde de la final de la Libertadores fue muy raro. En la esquina donde agredieron al micro de Boca había más de tres mil personas, y habitualmente la seguridad impide que haya una. Y la responsabilidad de lo que pasó quedó muy clara: al día siguiente le pidieron la renuncia al ministro de Seguridad de la Ciudad. Más evidencia que esa, no hay.

-En esos días, su enfrentamiento con Angelici llegó al punto más alto.

-El Tano es un tipo simpático. A nivel personal no tuve nunca un problema, a nivel profesional sí: él fue el responsable de que River no estuviera en la AFA. Eso llevó a un distanciamiento, pero no a un enojo personal. Él gozaba de un poder muy grande, todos veían que representaba a algo más que Boca.

-¿La “AFA bostera” era más una expresión de los hinchas de River que una realidad?

-Esa frase la decís vos, no yo. Si no después se pone en mi boca y no es así… Sin dudas la AFA tenía el poder de Angelici, no hace falta que lo cuente yo, fíjense en las páginas de LA NACION… Pero en la cancha ganaba el mejor.

-¿A usted también le llegaban los memes con su cara en un avión yendo a Asunción? Esa idea de la relación entre River y la Conmebol…

-Me río de eso, nunca me enojé. Mis amigos me mandan, todo el mundo… Nada me afecta. Lo único que me molesta de las redes es que alguien escondido en el anonimato te pueda difamar. Si alguien me ataca en un medio, me puedo defender. En esos casos, no. Aprendí con el tiempo a que no me moleste. Pero no estoy atento a eso, no consumo. Leo, pero no respondo. Nunca vas a encontrar un tuit mío de ese estilo.

-Hay uno: cuando escribió sobre el arbitraje después de la eliminación de River ante Lanús en la Libertadores 2017 hubo revuelo.

-No, el que tuvo más potencia fue cuando puse mi desacuerdo con el nombramiento de Macri en la Fundación FIFA.

D’Onofrio nunca escondió su desagrado por la influencia del expresidente de la Nación en el fútbol, a pesar de la paradoja: fue con Macri en ese cargo que River ganó el título que recuerda cada 9 de diciembre, el de todos los tiempos. Él cree que, más allá del nombre propio, el asunto es de fondo: “Uno de los problemas que tiene el fútbol argentino es que la política se mete. Eso no está bien. A mí me tocó Macri cuatro años, antes dos años de Cristina y ahora dos de Alberto Fernández. Pero hay que separar las cosas”, pide, siempre en un tono calmo. Y linkea con cómo la inestabilidad del país se traslada todos los días al fútbol.

-Los últimos cuatro años fueron terribles. Hoy vendemos un jugador en 10 millones de dólares y River recibe solo 4. ¿Por qué? Porque lo cobramos a dólar oficial y encima tenemos que pagar el 27,5% de impuestos. ¿Sponsors? Recibís la mitad. ¿Copa Libertadores? En la pandemia jugamos seis partidos. En un promedio a dólar oficial son dos millones por partido, es decir un total de 12 millones. Este año jugamos cinco y perdimos otros 10 millones de recaudación. Fijate hasta dónde llega el disparate que te sale más barato comprar un jugador afuera que en la Argentina porque lo comprás a dólar oficial y acá te lo piden en pesos pero al valor real del dólar. Es una distorsión absoluta. Para la economía del fútbol argentino el dólar es mortal. Los jugadores acá están fascinados de estar en River por cómo se divierten y cómo es el grupo y los que se van se mueren de ganas de volver. Pero no lo van a hacer porque afuera ganan dólares con la cara de Washington y acá ganan dólares con la cara de D’Onofrio.

-Usted dijo muchas veces que una o dos ventas por año equilibraba el déficit económico, pero esa ecuación es más difícil que cierre ahora.

-No, el equilibrio no solo lo lográs con venta de jugadores. Nosotros ahora mejoramos la imagen de River y los sponsors están dispuestos a pagar más para estar con el club. Y estamos haciendo acuerdos muy importantes con eso. ¿Sabés cómo envidio a los presidentes que les tocó Menem, que vivían con el uno a uno? No se te va ningún jugador y traés a los que están afuera. Pasó con la época de Francescoli en los ‘90. En esa época los chicos ganaban millones y ahorraban en dólares. Gallardo, Placente, Sorín, Salas, Cruz… todos de selección. No estaban desesperados por irse porque acá cobraban bien. Y encima tener un presidente fanático de River. ¿Sabés lo lindo que hubiera sido ir a Olivos y que te recibieran felices, en vez de que no te recibieran por ser River? Es muy distinto. El presidente anterior era fanático de Boca y a mí como presidente de River, que encima ganaba todo, si me podía tener lejos, me tenía lejos.

-Jorge Brito recientemente aseguró que mejorar la atención al socio y seguir buscando el equilibrio económico son dos puntos centrales de cara a la próxima gestión. ¿Coincide?

-Yo siempre coincido con Jorge, pensamos parecido. Creo que igualmente hay una gran diferencia entre el socio que viene a la cancha y el socio que viene al club. El que viene siempre al club está súper conforme con todos los cambios que se han hecho. Y el socio de cancha también tiene derecho a sus reclamos, como tener una butaca mejor, por ejemplo. Es un punto central que se va a dar ahora con la obra del Monumental. Nosotros no podíamos hacerlo porque era ponerlas para romperlas a la hora de renovar todo. Respecto a la economía, una de las cosas que Enzo me dijo el primer día era que iba a tener que comprar para poder vender. Eso te hace desequilibrar las cuentas todo el tiempo. Pero si podés generar fondos, te podés endeudar si lo vas a pagar. En River el ejemplo me lo dieron en Estados Unidos en la pretemporada de 2019. Enzo (Francescoli) y Marcelo (Gallardo) me pidieron al chileno Paulo Díaz que costaba unos cuantos millones, pero me aseguraron que lo necesitaba el club porque en algún momento iban a venir por Martínez Quarta y por Montiel y el cuerpo técnico no iba a tener el jugador que necesitaba para reemplazarlo. Y tenían razón. A Jorge le diría eso: “Equilibrá las cuentas, pero comprá para poder vender”. Quizás no hace falta, porque tal vez al jugador que necesitás lo tenés en las inferiores: trabajamos desde hace ocho años en nuestro proyecto infanto-juvenil y hoy se ven los frutos en la primera. Pero es un concepto general. River hoy no tiene problemas, puede desequilibrar sus cuentas porque tiene un activo que le permite pagar todas sus deudas. Se endeuda para competir, pero genera. ¿Querés estar en la mitad de tabla o pelear el campeonato?

-Retrocedamos otra vez: ¿lo más crítico de su gestión fueron los casos de doping en el plantel en 2017?

-Eso fue muy duro para mí por temas personales. En esas 36 horas me pasó de todo. Salí de un café, me asaltan en Figueroa Alcorta, sacan un arma, me roban un reloj y se van. Después de ese episodio me vine a River y me avisan de los dos casos de doping. En ese momento me llaman para decirme que mi madre, que estaba internada, se estaba muriendo. Yo salí corriendo y dejé a los periodistas esperando, nadie sabía lo que me estaba pasando. Llegué a verla, ella me esperó, y después se murió.

-¿Fueron a fondo?

-Sí, pero no encontramos absolutamente nada. Nunca pudimos saber qué pasó, Martínez Quarta y Mayada son dos chicos sanísimos, pongo las manos en el fuego por ellos. Después tomamos todas las precauciones. Evidentemente no fue algo intencional. Se llegó a decir que eran 7 u 8 casos, y eran ellos dos, algo que todavía me cuesta creer. Muchos colegas de ustedes tienen una creatividad extraordinaria para inventar.

-Pero el tema quedó en una nube…

-No tenemos ninguna nube, no tenemos pruebas de por qué pasó.

Otro salto en el tiempo invita a traer la conversación al estricto aquí y ahora. La última gran noticia que recibió en su mandato fue también un regalo: el “sí” de Gallardo será parte de la herencia que recibirán los dirigentes que asumirán este martes la conducción del club. D’Onofrio se asume naturalmente “feliz” por la novedad: “Me enteré el mismo día a la mañana, cuando llegué a River Camp, porque a nosotros nunca nos había comunicado una decisión. Lo abracé y le agradecí que continuara. Y él mismo dijo que mucho tenía que ver la parte del corazón, la emoción, el amor por River y la gente. El esfuerzo que hace es tremendo. Yo lo veo trabajar. Se dedica todo el día, le pone toda su energía. Tiene una actitud muy positiva y eso lo entiende el grupo. Cuando se está tan unido, es muy probable que se sigan logrando cosas”.

-De él ya se han escrito libros: ¿qué escribiría usted si pudiera agregar un capítulo?

-Marcelo cree en el mérito de la gente. Si un jugador juega, es porque hace méritos, está en un buen nivel. Nunca se comprometió con alguien por ser famoso o grande. Lo ha demostrado todo el tiempo. Y eso tiene que ver con algo que viene de atrás: River ha instalado una cultura diferente. Cuando decimos que volvió a ser River, es así. No vas a encontrar en estos ocho años ningún jugador de River que no haya respetado la conducta del manual de ética que tenemos y que se respeta por los jugadores, cuerpo técnico, dirigentes y empleados. No son cosas que imponemos, es el mundo en el que vivimos. Se ha logrado una armonía absoluta porque tenemos valores comunes. Ponzio, Pinola, Enzo Pérez, Poroto Lux, Maidana… Son personas que le sirven a los chicos de ejemplo de comportamiento, de conducta, de esfuerzo, de demostrar lo que es estar en River. Ellos van absorbiendo todo y llevan adelante el grupo aunque sean suplentes. Y esa es una de las grandes cualidades de Gallardo. El día que jugamos en Madrid salió Ponzio y le dio la cinta de capitán a Maidana con todo el amor del mundo y no se enojó. Era lo mejor para el objetivo colectivo.

Lo que viene: sentar a River en la AFA e imaginar su propio despegue político

La fantasía del “día después” no conmueve demasiado a este hombre que, a los 72 años, ya sabe bien qué hará cuando empiece 2022: descansar. Pero solo hasta volver a meterse “en algún lío”, como define. Y ese tránsito nuevo tiene una vía segura (la vicepresidencia de la AFA) y otra probable (su incursión en política). “Ahora me tomaré al menos 20 o 30 días porque hace ocho años que trabajo como un loco. Yo le he dado mi vida a River. Te aseguro que el 95 por ciento de mis horas, en el club, en mi casa o donde sea, tenía mi cabeza en River. Hace ocho eneros que no descanso porque es el momento del libro de pases, el peor. Pero no me veo tomando sol en una reposera más de 30 días, porque seguro en algún lío me voy a meter”, asume.

-Vicepresidente de la AFA… ¿Para qué?

-River debe ocupar la vicepresidencia de AFA como fue históricamente, igual que Boca, porque somos las dos locomotoras del fútbol argentino. En otra época, River y Boca tenían un peso específico que ya no tienen. Si tuviésemos más poder y nos hicieran más caso… Hoy se está privilegiando que la alegría sea no descender. Entonces hagamos un campeonato de 40 equipos… Necesitamos pensar en el mediano y largo plazo. Como pasó con los derechos internacionales: no se pueden vender como se vendieron, a tantos años. Ahí está el futuro del fútbol argentino. Acá podés tener hasta dos o tres millones de abonados, y hasta ahí llegás. El ingreso importante se da con los derechos internacionales.

-Tendrá que acordar con Tapia, con el que tuvo muchos roces.

-Se dice mucho sobre nuestra relación con Tapia, pero hay más de creatividad que de realidad. Nosotros no estuvimos de acuerdo cuando Angelici, Moyano y Raed lo eligieron como presidente. Nos dejaron afuera, ni pudimos decir que no. Un día pedí la lista y River no estaba. Y la decisión fue de ellos. Por eso voté en blanco, algo que le aclaré a Tapia un día antes. Después le deseé lo mejor. Ahora, cuando decidieron suspender los descensos y ampliar el campeonato a 28 equipos no estuvimos de acuerdo. No se puede ni confeccionar un fixture. Cuando hace poco vino Infantino charlamos de varios temas, entre ellos el campeonato: “Esto no existe en el mundo”, decía él. No solo no es atractivo el producto, también es antieconómico, porque hay que repartir el mismo dinero entre más equipos. No lo quieren ni los canales que lo transmiten. Suponete que un japonés tiene para ver todas las ligas. Pone un partido de España y ve un estadio lindo, repleto. Pone la liga inglesa, y lo mismo, buen campo de juego. La alemana, también. Pone la liga argentina y ve una tribuna vacía: ¿cómo sabe que hay una cuestión de seguridad en el medio? Piensa: “Si no lo ven ni ellos, ¿por qué lo voy a ver yo?”. Es un poco de lógica: para vender algo, hay que hacer todo para que alguien lo quiera comprar.

-¿Sigue pensando que romper la Superliga fue un retroceso?

-River siempre quiso la Superliga porque tenía personería jurídica y podía tener cierta independencia de la AFA para hacer acuerdos, firmar contratos. Pero la exterminaron. Al principio de este Gobierno nos enteramos por los diarios que Tapia, Russo, Tinelli y el presidente de Boca estaban haciendo reuniones. Después, se reunieron 11 clubes, y nosotros seguíamos leyendo los diarios. Ahí decidieron todo esto. Esta Liga depende de la AFA, es como si fuera la liga del Interior. Hay un doble comando.

El otro lío lo entusiasma, se advierte. Tal vez porque tiene el sabor de lo desconocido: el apellido D’Onofrio se viene sondeando desde hace años en encuestas de opinión política. ¿Qué pasaría si…? Él elige cuidarse y no se decanta por ningún espacio político en particular. “Si los líos son para ser puente de unidad y poder lograr que haya un proyecto en la Argentina, lo voy a hacer. No se puede llegar a gobernar sin un proyecto. Yo siempre dije: acá en River hay un proyecto, un equipo y un presidente. No puede ser al revés. El presidente solo no soluciona nada. Lo que tiene que tener es el poder de generar confianza en la gente. Pero para que haya esa confianza tiene que haber un proyecto, no alcanza solo con carisma. Muchos buscan gente inferior para destacarse ellos. Error total. Hay que buscar a los mejores. Que sepan mucho más que vos en sus temas”, pondera.

-¿Se imagina involucrado en la política nacional en el corto plazo?

-Quiero involucrarme y colaborar para ver si podemos crear un proyecto de país que sea vivible. El tema es que ya no hay que decir más qué hacer: el problema es el cómo. ¿Cómo hacemos para que haya más trabajo? ¿Cómo hacemos para que haya mejor salud? ¿Cómo hacemos para que haya mejor educación?

-¿Y usted qué responde a esas preguntas?

-Creo que es necesario terminar con la grieta. Hay que poner puentes para llegar a entendimientos y acuerdos. Nos va a costar mucho salir de esta situación si no superamos la rivalidad que hay. El problema no es la izquierda o la derecha, es que no hay centros. Somos muy extremistas. Si hubiese centros, como en cualquier país normal, gobernaría la centro derecha, después la centro izquierda… pero con 20 o 30 puntos en común. Hay que respetar las instituciones. Como el peso, por ejemplo. Y hoy no existe el peso. Y tantas otras cosas que hacen a la vida diaria. Vos en tu casa no podés gastar más de lo que tenes, menos si no tenés la manera de devolver la plata. Si vos tomás crédito, y no podés generar… es un problema. A la Argentina le dieron un crédito que no puede pagar nunca. El gran error es pensar que se puede tener déficit todo el tiempo. No se puede. Una empresa puede tener una deuda para crecer. Si vos tomás crédito para pagar gastos que no son para crecer… estás perdido. Y hace años estamos así. Por eso hablo de llegar a entendimientos entre la gran mayoría en reglas macroeconómicas elementales.

-Con Alberto Fernández tiene una relación larga, ¿la mantuvo ahora?

-A Alberto lo conozco hace más de 30 años. Él era superintendente de seguros en la época que yo era presidente de la Asociación de Compañías de Seguros. Siempre tuvimos una excelente relación, más allá de algún pensamiento distinto respecto de ese mercado o del sistema. No lo vi por un tiempo, después me reencontré. Cuando fue jefe de gabinete hemos tomado algún café y me escuchaba sobre algunas opiniones. Y desde que es presidente lo vi dos veces. A principios de su mandato cuando me invitó el intendente de Hurlingham, donde tenemos los campos de juego de los juveniles, porque él tenía un acto en la Universidad. Lo recibí ahí y lo volví a ver en marzo de 2020 en Olivos en una reunión de unos 45 minutos en la que hablamos un poco de fútbol y me dijo que no se iba a meter en el fútbol. Bien, charlamos un rato. Una vez cuando era Jefe de Gabinete me invitó a ver un Argentinos Juniors-River y me sorprendieron dos cosas. Primero que vino en un auto chiquito, normal. Y segundo que no tenía custodia. Vimos el partido, charlamos y me volvió a dejar en mi casa. No sé cómo salimos, pero no me acuerdo que hayamos perdido… Yo soy presidencialista. Si a él le va bien, nos va bien a todos.

De Gallardo a Madrid: otras definiciones de D’Onofrio

Lo que le transmite Gallardo. “Antes, cuando uno salía de la cancha, ponía la radio y le hacían una nota al técnico del turno y a veces explicaban un partido que no había visto. ¿Cómo que merecimos ganar si jugamos horrible? Y Marcelo siempre hace un análisis correcto, con el que coincido. Transmite lo que vi. Si jugamos bien o mal, si tuvimos o no efectividad… eso los jugadores lo sienten. Lo viven. Nunca tuve problemas con él, nos entendimos siempre. Ambos tenemos muy en claro dónde empieza y dónde termina el campo de acción de cada uno, cuál es mi responsabilidad como presidente y cuál la suya como responsable del fútbol de River.”

La combinación Gallardo-Francescoli. “Tengo confianza total en su transparencia y honestidad. Es muy importante. Y también destacar a Enzo que también es importantísimo y fue la primera persona a la que llamé antes de ser candidato a presidente porque lo conocía y me podía colaborar y ayudar porque los argentinos creemos que sabemos todos de fútbol, pero hay quiénes saben en serio como Enzo con moral, ética y humildad. Con Marcelo me pasa lo mismo. Ambos venían y me decían: ‘queremos comprar a Carozo’. Y nosotros buscábamos la forma de traerlo. Nunca creí que me podían pedir a “Carozo” para hacer un negocio o cualquier otra cosa. Y si no podemos, le decimos que no podemos. Ellos tienen una opción A, B o C. Porque no es solamente plata, sino que algún club también se niega a venderlo. Me pasó con Pratto cuando lo pidió por primera vez en 2014 y yo estaba en Río en el Mundial. Vélez no lo quiso vender y después lo vendió por 5 millones al Mineiro.”

El presentimiento con Quintero en la final de Madrid. “Me acuerdo que en el palco del Bernabéu tenía sentado al presidente de Real Madrid, al de España, al de la FIFA, al de la Conmebol… estaban todos. Y con Florentino hablábamos que River no podía perder porque estábamos en el campo de juego de Don Alfredo (Di Stéfano). Cuando entra Quintero, le digo: ‘este va a cambiar el partido’. Y antes de empezar, de casualidad, lo agarro a Juanfer y le digo: ‘hoy vas a hacer un gol y me vas a dar una gran alegría’. Se me ocurrió. No es que soy adivino, ni el sweater rojo ni nada. Se dio. Y al ratito me dice Florentino: ‘Oye, cómo juega este chaval’. Porque empezó a mover todos los hilos.”

El momento del gol de Pity Martínez a Boca. “Siempre que voy de visitante, si estoy en un palco rodeado de gente visitante, decido no gritar los goles. Salvo que estemos entre amigos o directivos. Y cuando empatamos con el gol de Pratto, estábamos sentados y por dentro mío sentía una revolución. No lo grité. Y con el golazo de Quintero tampoco. Quedé electrificado sin poder gritarlo. Pero con el tercero, cuando empieza la jugada y Pity empieza a correr de cara al arco para meter el gol, me paro, me doy vuelta hacia todos los que estaban ahí y les digo: ‘Me van a disculpar, pero esta vez lo grito’. Y ahí lo grité, me abrazaron todos y me felicitaron porque justo terminó el partido.”

El último exjugador de River que lo llamó. “Nacho Fernández, para felicitarme por el campeonato. Y es un caso típico de los que no se hubiera ido nunca. Le habíamos hecho el mejor contrato de River antes de la gran devaluación. Y de golpe se encontró con que ganaba la mitad. Tenía 30 años, nunca había hecho una diferencia y era lo más lógico que quisiera irse. Él hablaba conmigo y con Gallardo y nos decía que no se quería ir, pero que también era el futuro de su vida y su familia. Y es totalmente lógico. Porque los brasileños tampoco son tontos y saben la situación que vivimos y van a ver al jugador primero antes que a vos.”

¿Le dolió que Pratto haya dicho que lo “dejaron tirado”? “Yo no lo sentí como un ataque a River, no lo sentí de esa manera. Mi relación con él ha sido excelente, muy buena. Me lo encuentro en cualquier lugar y nos damos un abrazo y charlamos. Estoy convencido que con nosotros tiene una relación muy buena.”

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