La sequía olímpica del sprint estadounidense ya no es solo culpa de lo mucho que les amargó Usain Bolt. Retirado el rey, sus velocistas no han sido capaces en Tokio de dar la cara en las finales. Si la de 100 la ganó un italiano desconocido hasta hace un año, la de 200 es para un clásico, un gran corredor, buen competidor y muy regular, pero al que debían ganar.

El canadiense Andre De Grasse es el nuevo campeón olímpico del doble hectómetro porque fue capaz de dar el máximo en el momento clave: marca personal (19”62, récord de Canadá). Buen amigo de Bolt, relegó al trío USA a un triplete amargo y secundario y mejoró su plata de los pasados Juegos.

Kenneth Bednarek (19”68, récord personal), Noah Lyles (19”74) y el adolescente de 17 años Erriyon Knighton (19”93), vendido como el próximo Bolt, finlizaron segundo, tercero y cuato. Especialmente doloroso es el bronce de Noah Lyles, el gran favorito y último campeón del mundo, autor de la mejor marca del año hasta esta final (19”74) y capaz de llegar a correr en 19”50 hace dos años.

Lyles no perdía una carrera de 200 desde junio de 2019, y pasó por las rondas previas de Tokio sin quemarse demasiado en fuegos de artificio.

Pero a la hora de la verdad, su segunda parte de la carrera fue frustrante, en comparación con el sólido final de de Grasse. Kenny Bednarek, la plata, fue a superarle por primera vez donde más dolía, en la final en la que no podía fallar. Con menos presión corrió Knighton, el muchacho que este mismo año le quitó el récord sub 18 a Bolt y el menos responsable de que USA no haya vuelto a ganar el oro de 200 desde Atenas 2004.

TOMADO DE MUNDO DEPORTIVO