ue Atlético de Madrid jamás debió adherirse a una Superliga que rechazaban sus hinchas es inopinable. Pero ¿por qué abandonó el club rojiblanco la nueva iniciativa? Todo radicó, al final, en una carta de Gil Marín , presidente del club, a los socios pidiendo disculpas por el error cometido. Así fue que pasó todo al interior del cuadro colchonero.

El pasado jueves el presidente recibió la llamada de Andrea Agnelli, presidente de Juventus. En esa conversación se puso sobre la mesa el conflicto de intereses con la UEFA y Agnelli le explicó a que querían forzar una mesa de negociación con la UEFA para aumentar los ingresos de los mejores equipos de Europa.

El mensaje del italiano fue claro: si Gil Marín quería tener acceso a negociar con la UEFA, debían ir todos juntos en un grupo, una nueva empresa, la Superliga. Agnelli le abrió la puerta y Gil Marín le pidió un margen de tiempo para pensarlo. Un día después, el pasado viernes, le presentaron el embrión del proyecto al CEO de Atleti, invitándole a sumarse a la Superliga como participante de última hora, advirtiéndole que, en caso de no entrar, tenían conversaciones con otros equipos para formar el grupo definitivo.

Atlético firmó un documento de adhesión de la Superliga, pero en ese documento se especificaba que, antes del mes de junio, la Superliga estaría compuesta por 15 equipos, con la presencia de Borussia Dortmund, Bayern de Múnich y PSG. Durante todo ese proceso de decisión, Atlético de Madrid no tuvo ningún contacto con Real Madrid o Barça, los dos otros integrantes españoles del proyecto.

El cuadro rojiblanco sí mantuvo diálogo con tres equipos: Juventus, Chelsea y Manchester United. Gil Marín creyó que alinearse con la Superliga daría a los clubes la suficiente fuerza como para forzar lo que quería, un escenario de negociación con la UEFA.

Al CEO del Atlético se le explicó que serían 15 equipos, que habría un plan de comunicación profesional del proyecto – el único plan fue una entrevista nocturna de Florentino Pérez de madrugada, en una cadena secundaria-, y que había que redactar una nota conjunta sin demora, porque el tiempo jugaba en contra y había que contraprogramar las intenciones de la UEFA.

En esa declaración de intenciones de los fundadores de la Superliga, Gil Marín pidió que se incluyera, expresamente, un párrafo en el que se instaba a negociar con UEFA y FIFA.

Horas después de firmar el documento, Atlético empezó a sospechar que algo no iba bien. El Dortmund, que iba a estar en el escalón de ingresos y reparto del Atleti, no se adhería al proyecto. Después llegó el no del Bayern. Y cuando PSG tampoco quiso estar en la Superliga, Gil Marín supo que las opciones de éxito del proyecto comenzaban a diluirse.

Cuando los clubes ingleses comenzaron a dudar y prepararon la documentación para salir, la cosa se puso peor. Y cuando Gil Marín comprendió que no se trataba de formar una mesa de negociación con la UEFA, sino de una declaración de guerra, ya era demasiado tarde. Había querido preservar los intereses económicos de la SAD, pero había cometido un error estratégico que le iban a reprochar sus aficionados. Estaba en el bando equivocado.

El Atlético decidió asumir su error y se puso manos a la obra. Convocó a plantilla y cuerpo técnico para una reunión y les explicó todo el proceso de la toma de decisiones.
Gil les dijo que el proyecto tenía lagunas, que se habían equivocado, que no se pretendía ir contra la UEFA y que creía que había cometido un gran error. La plantilla, con Diego Simeone delante, intercambió impresiones con el CEO del club y cerró filas en torno a una postura: entendían que el club debe velar por su economía, pero pensaban que formar parte de una competición cerrada atentaba contra los méritos deportivos, que son los códigos sagrados del fútbol.
Para sorpresa de plantilla y técnico, Gil Marín les comunicó que Atlético de Madrid iba a dar marcha atrás, que se saldría de la Superliga y que pediría disculpas a los aficionados por haber tomado una decisión errónea. Dicho y hecho.

A pesar de que el club firmó un documento vinculante y que para abandonar la Superliga podría tener que hacer frente a una cláusula de penalización, Gil Marín comunicó a los clubes fundadores que se iba y horas después, quiso dar explicaciones.

Declinó aparecer en los medios de comunicación y en su lugar, bien aconsejado porque los agraviados habían sido sus aficionados, escogió dar explicaciones y ofrecer disculpas a través de una carta para los más de 130.000 socios colchoneros.

Consciente de que el club tendrá que pagar una penalización por salir de la Superliga, Atlético de Madrid decidió abandonar un proyecto en vía muerta. En el club la sensación imperante es que los utilizaron y que, en cierto modo, también se dejaron utilizar.

Fuente: Directv Sports