Desde que llegó en el verano de 2017, a cada partido del Barça tengo el deseo ferviente de que Dembélé esté en el equipo titular. Messi Ousmane y nueve más es mi equipo ideal. Aunque saque de quicio al entrenador propio, aunque los compañeros le reprochen los fallos en el campo y fuera de él, aunque regale algún balón que nos cueste caro, su talento, su velocidad y su capacidad para desequilibrar le hace un futbolista único. No digamos ya, esa extraña virtud, mareante para el lateral, de tocarla igual con ambas piernas. Cada partido puede ganar el Balón de Oro… o hundirte en la miseria. Sus lesiones, en sus primeras tres temporadas, le han puesto en la picota de la opinión pública. Y ahora, a año y medio de terminar contrato, empiezan las prisas. Que renueve o que le traspasen, dicen. Se hacen encuestas sobre ello.

La realidad es que ya se ha intentado todo. Cuando en tiempos de Valverde invitaron a su agente que le buscase equipo, dijo que quería seguir aquí. Con Setién , le dijeron de renovar y dijo que no. Con la llegada de Koeman , se le invitó a ser traspasado y se negó. Le instaron, pues, a que renovase y se negó también. Sea quien sea el presidente lo va a tener crudo. El 30 de junio de 2022 se irá a ganar el Balón de Oro a otra parte. Con una gran prima de fichaje bajo el brazo.

TOMADO DE MUNDO DEPORTIVO