Mientras el presidente Martín Vizcarra afirmaba -con el orgullo compartido con millones de peruanos- que el Perú volvía a ser el centro del deporte en el continente, algunos nos preguntamos si es que su gobierno sabía, realmente, en lo que se estaba metiendo. Con todo el prestigio que le puede dar a Lima y al fútbol peruano albergar una final de Copa Libertadores entre dos equipos inmensos en el mundo, es preciso permitirse cuestionar el optimismo mostrado por las autoridades.
El 23 de noviembre, día en el que se jugará el Flamengo – River Plate, Lima albergará tres eventos importantes aparte del partido. El festival Vivo x el Rock, en San Marcos; Una Noche de Salsa, en el estadio Nacional; y el concierto de Sebastián Yatra, en Plaza Arena. El recital de Yatra es el que más preocupa, debido a que se dará en un recinto ubicado en la avenida Javier Prado, vía principal para llegar al Estadio Monumental, ubicado solo unos kilómetros después.
Si la Policía Nacional del Perú (PNP) hubiera demostrado ser capaz de manejar este tipo de situaciones, las dudas serían injustificadas. ¿Pero qué se puede pensar de una institución que no se sintió en la capacidad de dar las garantías para un Universitario – San Martín, cuando este último equipo es el que menos aficionados tiene en todo el Perú? ¿Cómo hará para controlar a dos de las hinchadas más grandes y efusivas del planeta?
Es comprensible que el glamour y la magnitud de un evento como el que protagonizarán los dos equipos más importantes del continente saque el máximo esfuerzo de nuestras autoridades, que, sin duda alguna, deberán trabajar el doble ese día para que las distintas fiestas se lleven en paz. Lo que es más bien criticable es que, cuando se trata de un partido del alicaído fútbol local, se haga, más bien, el mínimo esfuerzo. Que el fútbol peruano mejore depende de todos los actores que lo conforman. La Policía -el Estado, vamos- es uno de ellos. Sin su apoyo, nada cambiará.
Será la primera vez en mucho tiempo que Lima albergue tantos espectáculos importantes en distintos puntos de la ciudad y al mismo tiempo. Es un desafío para un gobierno que tiene más crédito que cualquiera de los que lo precedieron, por lo que, asumimos, no habría aceptado esta responsabilidad sin saberse a la altura. Y también para una ciudad cuyo problema principal es la inseguridad. La PNP deberá mostrar menos fisuras que de costumbre.