Los protagonistas del Chile-Ecuador del 6 de julio de 1996 dicen que fue un partido inolvidable. Que aquella fría noche de invierno marcó el inicio de un equipo histórico. Era la tercera jornada de las Eliminatorias rumbo a Francia 1998, pero los que estuvieron bajo la lluvia incesante que cayó sobre el Estadio Nacional esa noche afirman que ahí empezó a cimentarse el retorno hacia el primer nivel mundial.

Acosta, un motivador por excelencia, tenía clara la receta para superar a los del Guayas. Y aunque el diálogo con sus futbolistas había fluido con naturalidad en la previa del partido (en el inicio de una convivencia que se extendería hasta 2001), antes de saltar a la cancha apeló al cariño de los hinchas para levantar la moral de sus jugadores. Pura emotividad. “En el camino al estadio había mucha gente en la calle apoyándonos. Más que la que hay habitualmente porque era el principio de las Eliminatorias. Después, cuando llegamos al camarín, Nelson entró y dijo con su tono habitual que ese día no eran necesarias charlas ni arengas, que la propia gente nos había hecho la charla en el trayecto… Salimos con ganas de comernos la cancha”, cuenta Luis Musrri, titular esa noche frente al conjunto ecuatoriano.

Fue el primer paso del camino que devolvió a Chile a una Copa del Mundo después de largos 16 años. Un 4-1 indeleble, incluso para el propio Acosta, que hoy da batalla contra el Alzheimer, pero atesora desde lo más profundo todo lo que aconteció ese día. “Me acuerdo perfecto. Fue una lluviosa noche en Santiago, donde nos jugábamos todo. Recuerdo el Nacional lleno, la tensión, los gritos… Lo recuerdo como si fuese ayer”, expresó el propio exseleccionador en un comercial de Fox Sports en el que arenga a la Roja para el duelo de esta noche.

“El grupo de jugadores que venía de la U haciendo las cosas bien era la base. Me acuerdo bien de ese partido. Era el primero de Nelson y todos sabíamos que era el momento preciso para comenzar a despegar”, recuerda Esteban Valencia, que también jugó desde el primer minuto aquel invernal sábado. “Nelson siempre fue un tipo particular. Tenía una forma especial de transmitir conceptos. Hay ciertas cosas que a veces no eran tan formales. Se le salía el hincha y el cariño que tiene por Chile, pero era para motivarnos”, afirma el exvolante. “Hay técnicos que, además de su trabajo, hacen una labor importante desde lo motivacional. Uno a veces necesita un remezón, una arenga importante. Y sobre esa base, Acosta preparaba los partidos. Quizás ese es más recordado porque fue el primero, pero su mensaje llegaba siempre bien al jugador”, agrega.

La motivación desbordada y el abultado triunfo, sin embargo, no resumen de buena manera lo que realmente aconteció en la cancha. Fue un juego friccionado, de dientes apretados y que, en el primer tiempo, le costó sobremanera a la Roja. Fue entonces cuando apareció otra vez el carácter del estratega uruguayo: “Cuando entramos a la charla del entretiempo se salió del esquema futbolístico… ‘Ya, despertemos, huevones, hay que ganar este partido. La gente vino a verlos a ustedes. Pongan huevos, carajo’, y otras cosas más lo escuchamos decir”, rememora el otrora zaguero Marcelo Miranda, titular también esa jornada. “Nos repetía que esos tres puntos eran vitales para ir al Mundial, que después lo íbamos a valorar. Nos puteó harto en el entretiempo, pero nos sirvió mucho. Y ya todos saben cómo terminó”, agrega.

En el complemento, el equipo nacional sometió al rival, pero no encontró desequilibrio hasta bien cerca del final, merced a los goles de Salas, Estay y el segundo de Zamorano, que había anotado en el primer lapso. “Nelson parecía tenerlo más claro que nadie. Lo recuerdo ese día con una actitud segura. Sabía qué teníamos que hacer en la cancha y nos dio el impulso anímico que faltaba”, asegura Víctor Hugo Castañeda, otro de los protagonistas.

La historia se escribió después con la Roja clasificando al Mundial, volviendo al escenario principal del fútbol planetario, con el DT como artífice de un grupo que quedó en el inconsciente colectivo. Hoy, 21 años después, el mismo rival se cruza como otra prueba para cambiar la historia.