Lo que empezó siendo un asunto simpático, de jolgorio y frescura futbolística con el Leicester, lo ha confirmado el Independiente del Valle la noche del jueves.

La mitad del año 2016, justo entre mayo y julio, será recordada como la «revolución de los pequeños».

Porque es el tiempo en que aquellos equipos y selecciones por los que nadie daba un céntimo, se han acercado peligrosamente a la gloria cuando no la han alzado con ambas manos.

Mirándolos por donde se les mirase – nómina, nombres de los equipos y entrenadores-, pero sobre todo echando un ojo a su hoja de vida, no reunían las condiciones para levantar el puño contra la jerarquía del balón y aún así lo han hecho.

Ellos han sido los únicos en creer que era posible como aquellos niños que miran en alguna vitrina un regalo gigantesco y lo desean secretamente para encontrarlo, finalmente, al pie del árbol en Navidad.

Porque como el Leicester, Chile, Islandia, Gales, Portugal y ahora Independiente del Valle tienen más bien un currículo flaco solo engrosado con sus últimas hazañas.

Independiente ha dado la más reciente campanada, que quizá no la última de estos días, al eliminar a Boca Juniors en La Bombonera y clasificarse sin objeciones a la final de la Copa Libertadores.

Y es que hace menos de siete años el conjunto ecuatoriano jugaba en la Primera B de aquella a nación. Pese a que fue fundado en 1958, el club había realizado su periplo futbolístico en competencia provinciales, zonales y nacionales.

Ascendió en el 2007 a la Primera B -segunda división de aquel país- y en el 2010 subió a la Serie A. Ahora mismo puede ser campéon de la Copa Libertadores, antes incluso de serlo en su país.

Porque luego del ascenso tardó un par de años en asentarse y mantener la categoría, pero en el 2013 se acercó peligrosamente a la cima. Fue subcampeón y solo fue superado por el siempre poderoso Emelec.

Tras llamar la atención localmente se coló en los torneos continentales. Primero jugó la Copa Sudamerica y luego ligó tres Libertadores.

En el 2014 amenazó con dejar fuera al San Lorenzo, a la postre campeón, en la última jornada de la fase de grupos en la que quedó eliminado solo por diferencia de un gol. Venció al Unión Española 5-4, pero los argentinos se impusieron 3-0 al Botafogo.

En el 2015, se quedó en la fase de grupos, pero en el 2016, aprendida la lección, explotó todo el fútbol de gente como Librado Azcona, Arturo Mina, Luis Caicedo, Junior Sornoza, Bryan Cabeza, Julio Angulo, Jefferson Orejuela y José Enrique Angulo.

Le tocó hacer el camino más largo y debió clasificarse desde la primera fase ante el Guaraní paraguayo y luego integró el Grupo 5 con Atlético Mineiro, Colo Colo y Melgar.

Su progresión fue inevitable y quedó en segundo del sector con lo que se clasificó por primera vez a la ronda de octavos de final.

Ahí se enfrentó al campeón River Plate y lo echó 2-1, luego hizo lo propio en la Ciudad de México ante Pumas en penales.

Ante Boca redondeó la hazaña de manera espectacular, ganó en Ecuador 2-1 y viajó a Buenos aires para imponerse 3-2 (5-3 global) con goles de Caicedo, Cabezas y Angulo.

Su rival en la final será el Atlético Nacional de Colombia, otro grande ahora de Colombia.

Habrá que esperar si la «revolución de los pequeños» que ya se dio en Inglaterra (Leicester), Estados Unidos (en la Copa América que ganó Chile), Francia (en la Euro que se llevó Portugal), también prende finalmente en Sudamérica.