La historia con la que sueña Hollywood. Un equipo pequeño, con jugadores descartados por sus anteriores equipos y capitaneados por un viejo entrenador, se va a hacer con el triunfo en la mejor liga del mundo tras derrotar a rivales con presupuestos infinitamente superiores. Un equipo que hace un año luchaba para librarse del descenso y hoy aspira a conquistar uno de los olimpos del futbol mundial.

El cine nos lo ha contado mil veces, pero esta vez nos lo cuenta la realidad. El domingo, el Leicester, sí el Leicester, no el Manchester United o el City, Chelsea o Liverpool, el Leicester, un equipo del que probablemente usted no haya oído nunca hablar, puede proclamarse campeón de la liga más exigente del mundo.

Y además puede conseguir el título en el suelo sagrado de Old Trafford, “el teatro de los sueños”, y frente al todopoderoso Manchester United, un club con un presupuesto de más de 260 millones de euros (el del Leicester es de poco más de 60) y que apenas aspira a la UEFA. El club con más títulos de Inglaterra será un mero espectador del camino triunfal de este invitado inesperado.

Un equipo milagro cuyo éxito se sustenta en el grupo y en que destacan Kasper Schmeichel, hijo del mítico portero del Manchester United y repudiado por el City; Morgan, el capitán, que debutó en la Premier con 30 años; Mahrez, un desconocido al que algún aficionado catálogo como “otro jugador más con un pelo estúpido” y por el que ahora suspira media Europa; o Vardy, que hace cuatro años jugaba en un equipo semiprofesional y al que su primer equipo desechó por ser demasiado bajo.

Y al frente de la banda Claudio Ranieri, ex entrenador de media Italia y del Valencia, Atleti y Chelsea. Un veterano sin ningún título relevante en su carrera que hace un par de años sufrió la máxima humillación de su carrera al ser despedido a los cuatro meses de debutar con la selección griega y tras perder en Atenas frente a Islas Feroe. Sí, Islas Feroe es un país y participa en competiciones. Y a veces hasta gana.

A estas alturas nadie duda de la profunda influencia del italiano en el milagro del Leicester. Y menos tras leer sus conmovedoras palabras, publicadas en The players tribune y en las que desvelaba alguno de los secretos del equipo.

Como que el presidente sólo le pedía que el equipo no descendiese, que lo que más le gusta es pasear tranquilamente con su mujer, que la primera vez que les prometió una pizza a sus jugadores si no encajaban un gol acabaron el partido con la portería a cero y no sólo se fueron juntos a una pizziería sino que cocinaron su propia pizza y se la comieron juntos. «Tienen que trabajar para lograr cualquier cosa. Así que trabajen también para su pizza. Haremos nuestra propia pizza», les dijo.

¿Alguien imagina a Zidane, Luis Enrique o Blanc pidiendo a Cristiano Ronaldo, Neymar o Ibrahimovic que ensucien sus manos con harina? Estarían entrenando al filial en media hora.

También nos dice que ellos no pueden permitirse soñar, eso se lo dejan a los aficionados, sólo trabajar duro. Y que no importa lo que acabe pasando al final porque lo verdaderamente grande es que están dando esperanza a todos esos jugadores a los que alguna vez les han dicho que no eran lo suficientemente buenos.

Unos jugadores que han conseguido agotar las existencias de camisetas del Leicester en todo el mundo, superando todas las previsiones de un club cuya única aspiración era mantener la categoría y que el domingo puede provocar pérdidas millonarias en las casas de apuestas británicas y hacer ricos a los soñadores que hace menos de nueve meses apostaron a imposible.

¿Porque quién iba a imaginar cuando empezó el campeonato que el Leicester podía ganar la liga? No es una pregunta retórica: 47 personas apostaron por el Leicester. Después de que 24 de esos apostantes llegaran a un acuerdo con la casas de apuestas por el que seguramente ahora lloran amargamente, quedan 23, que tienen todas las papeletas para convertirse en millonarios en mayo. 5000 a 1 se pagaba la victoria final de Leicester. La debacle que las casas de apuestas van a vivir es tan grande que esta semana han perdido un 3% en bolsa.

Hasta el actor Tom Hanks, fan del Aston Villa, un histórico que este año descenderá, confesó recientemente que había apostado 100 libras al Leicester. No sabemos si es verdad, y no vamos a notar un millón más o menos en la cuenta del actor, pero nos deja claro que Hollywood es consciente del milagro trasatlántico. Y a Hollywood le encantan los milagros.

Como también le encantan a la familia real británica. El príncipe Guillermo, otro célebre aficionado del Aston Vila, ha declarado recientemente “Me muero por que gane el título el Leicester”. Y ese parece ser el sentir de gran parte de los británicos y de aficionados de todo el mundo que cada fin de semana animan a un equipo al que hace apenas un par de años ni siquiera sabrían situar en la liga inglesa, irlandesa o escocesa.