Junio 26 del 2011 River Plate experimentaba la noche más nefasta de su historia. Uno de los equipos más grandes del continente, y del mundo, descendía a la Segunda División del Fútbol Argentino; todo esto en medio de un escándalo de impensadas proporciones provocado por algunos de sus seguidores. Cuatro años después, el equipo de Marcelo Gallardo, quien también ganara la Copa Libertadores como jugador en 1996, consiguió el título de mayor prestigio en nuestro continente.

Repasar la historia reciente del cuadro «Millonario» es transportarse a un mundo de idas y venidas. De alegrías y sin sabores. Un mundo que difícilmente se pueda explicar con palabras. De ser amenazados por varios «fanáticos», a la gloria inenarrable que representa conquistar la tan ansiada y anhelada Copa Libertadores de América. Para eso, la actual dirigencia, encabezada por el presidente Rodolfo D’Onofrio, sentó las bases de este cuadro súper ganador.

Es imposible nombrar al mejor jugador de este equipo. Sería injusto. El conjunto comandado por el ex estratega del Nacional uruguayo sufrió, una vez finalizada la Copa América, la sensible pérdida del colombiano Teófilo Gutiérrez. El nacido en Barranquilla era ideal para la propuesta del DT. Su lugar fue ocupado por Lucas Alario, quien llegó muy bien al plantel y que participó activamente en cada una de las anotaciones de su equipo; incluyendo su notable actuación en el partido definitorio.

El elenco argentino encontró en el equilibrio su mayor virtud. Un arquero que responde casi siempre bien. Cuatro defensores centrales que llevan jugando mucho tiempo juntos y han incorporado movimientos que están mecanizados. Una línea de volantes que, a pesar de sufrir algunas modificaciones, siempre mantuvo  la idea primaria. Y dos delanteros que, en los pocos partidos que tuvieron juntos, encontraron soluciones para el joven estratega.

Casi 20 años después River vuelve a ganar la Copa Libertadores de América. Ese mismo torneo que tantas veces le fue esquivo, pero que esta vez lo venció con sobra de merecimientos. Un plantel que resaltó lo colectivo por encima de lo individual. Un equipo de verdad. ¡ Salud Campeón !