Aclaro que este no es un análisis futbolístico ni tampoco de rendimiento. Entrar a pensar en si Emelec merece ser campeón directo, o de si es justo o no que Barcelona pueda ser campeón después de una primera parte irregular, y una segunda etapa jugada con mucho coraje y ganas, pero poco fútbol, no es el propósito de este artículo. De eso seguramente los análisis y las opiniones sobran.

Intentemos poder mirar un poco más allá de lo que se nos presenta a simple vista y veamos todos los escenarios y sectores que se van a ver directa o indirectamente afectados en caso de que se juegue una final del astillero y Barcelona logre vencer a la Universidad Católica el domingo.

Guayaquil: Ciudad sede y escenario por excelencia de los equipos más populares de nuestro país. Sumado al ambiente festivo que se respira en épocas navideñas, se le suma el mejor de los regalos a los ciudadanos de esta urbe, poder ser la sede de un evento deportivo sin precedentes y una final inédita entre los dos equipos nacidos en esta tierra a las orillas del emblemático Río Guayas.

El país: Las hinchadas de Barcelona y Emelec están asentadas por toda la geografía ecuatoriana y con total seguridad se movilizarán a Guayaquil para poder disfrutar y vivir en vivo y en directo los partidos de la final. Y además incluyo en este grupo a los ecuatorianos que viven en el exterior y que de seguro muchos de ellos también se harán presentes.

El comercio: Una final del astillero es el regalo anticipado que los comerciantes formales e informales están esperando. Todos quieren una gorra, una camiseta o una bandera. Nadie quiere quedarse sin el recuerdo y sin el producto. Estas sí serían las ¡felices fiestas para todos! Antes, durante y después del partido.

La seguridad: Cuando se habla de clásicos del astillero, existen buenos y también muy malos antecedentes referentes a la seguridad del espectáculo y de los asistentes al estadio. De haber una final las medidas de seguridad deberán ser extremas y todo deberá estar perfectamente planificado y controlado. Los operativos o planes de acción deberán ejecutarse antes del partido, con mucho énfasis y control durante el encuentro y con mucha rigurosidad y acciones oportunas una vez finalizado el mismo. Creo y apoyo que es de gran acierto la resolución de la Policía Nacional de que sólo se permita el ingreso a la hinchada localista en cada encuentro. En este punto también aclaro que las medidas de seguridad en los exteriores del estadio es fundamental, ya que muchas veces lo que sucede es que la hinchada que no puede entrar al estadio se reúne en los exteriores del mismo para esperar la salida de la hinchada rival.  Existen muchas otras opciones que pueden ser iniciativas de las empresas públicas y privadas para que nadie se quede sin ver la final.

El espectáculo: Creo que no alcanzan las palabras para poder expresar el sentimiento de un hincha barcelonista o un hincha emelecista. Las finales serían mucho más que partidos de fútbol. Serían experiencias más propias del mundo del entretenimiento que del fútbol mismo. En cada rincón se comenzaría a jugar la final días antes del pitazo inicial, se jugaría en los barrios, en las escuelas, en los hogares, en los lugares de trabajo. La jugarían las marcas y patrocinadores, la jugarían los medios de comunicación, la jugarían las redes sociales, la jugaría la publicidad, es decir, la jugarían todos.

Se han tenido que jugar 205 clásicos oficiales en Primera División para que llegue esta inigualable oportunidad futbolística. Todos seríamos testigos de un hecho histórico, sin precedentes. Una final del astillero no hay que verla, hay que vivirla, respirarla y sentirla.

 

Por: Sylvia Meneses Echeverría

@pilumeneses