Messi debuta como jugador del Barcelona en la Liga. Sucedió tal día como hoy de hace una década, en el campo de Montjuïc, en un derbi contra el Espanyol. El chaval, de 17 años (dorsal 30), entró en el campo en sustitución de Deco, autor del único gol del partido (de rebote) y Balón de Plata dos meses después (tras Shevchenko). Corría el minuto 82 y quien estuvo en el campo recuerda que fue un cambio para perder tiempo, el Espanyol apretaba.

Ningún periódico se hizo eco del debut en su portada, ni tampoco hay reseña en las crónicas, si acaso en algún suelto. Bien es cierto que Messi se había estrenado con el primer equipo en la temporada anterior, en un amistoso contra el Oporto, en la presentación del Dragao.

Nuestro compañero Moisés Llorens, testigo directo, asegura que aquella noche Messi era más conocido por la afición perica que por la culé. Los seguidores del Espanyol, siempre pendientes de su cantera, habían sufrido a ese pequeño diablo en cadetes, juveniles y con el filial del Barça. Quizá ellos fueron los primeros en tener la intuición de vivir un momento histórico. Ironías del destino.

La realidad es que no hubo quien imaginara la gloria que estaba por venir: cuatro Balones de Oro, tres Champions, seis Ligas, dos Mundialitos, dos Copas, 361 goles. Que nadie se torture, era imposible adivinarlo, no había pistas concluyentes. Messi ni siquiera era el debutante más joven en la historia del Barça: Paulino Alcántara se había estrenado con 15 años; Nano (ex del Atlético, Getafe, Cádiz, Numancia, Osasuna…) había debutado con la misma edad que el argentino, sólo un mes mayor. Además, Iniesta (20) era el joven de moda, el futbolista con más proyección de lo que Cristina Cubero denominó aquella noche el baby banquillo: Rubén (hoy portero del Almería), Peña (Valladolid), Damià (Middlesbrough), Cristian Hidalgo (Cherno More Varna de Bulgaria)…

Casi nadie está donde pensaba. Rijkaard, el único visionario oficial, se retiró de los banquillos hace siete meses, con 52 años, después de fracasar en Arabia Saudí. Deco colgó las botas a los 35, el pasado verano, entre el revuelo de un positivo con el Fluminense que todavía niega.

Leo le guardó la camiseta a su madre y declaró: “Estos diez minutos los recordaré toda mi vida, soy muy feliz”. Quién sabe. Tal vez aquella noche sólo hubo un profeta. Messi, naturalmente.