El conflicto social en Chile no pasa. No es un fenómeno meteorológico: es el estallido de un pueblo pidiendo por sus derechos y por acumulación de gobiernos que le dieron la espalda durante años. Por eso no parece que lo que se vive en Santiago desde hace algunas semanas vaya a bajar su intensidad en lo inmediato. Y eso sigue dejando un gran signo de pregunta pensando en la final de la Libertadores entre River y Flamengo, lo más importante de lo menos importante.

En el país trasandino ya se suspendieron la COP25 y la APEClas dos reuniones multilaterales más importantes que se iban a efectuar antes de fin de año, y sigue sin jugarse al fútbol por tercera semana consecutiva por decisión de la ANFP. Pero, así y todo, el último miércoles la flamante ministra de Deportes, Cecilia Pérez, ratificó al Estadio Nacional como la sede para la definición de la Copa. “Le he comunicado a Alejandro Domínguez (presidente de la Conmebol) a nombre del presidente de Chile, Sebastián Piñera, nuestra firme voluntad y compromiso de realizar la final de la Copa Libertadores en nuestro país. Será una fiesta deportiva”, dijo en rueda de prensa.

Sin embargo, eso no necesariamente quiere decir que ya esté todo confirmado: el tiempo sigue pasando, el caos social e institucional (que, además, ya afectó gravemente la conectividad en la capital chilena) no cesa. Y, para colmo, este fin de semana se viralizó una convocatoria a una manifestación multitudinaria el 23/11 para boicotear el partido: quieren evitar que se juegue “para que el mundo sepa que nos están cagando”, según reza el afiche que circuló en las redes sociales. Y suena lógico: ¿qué mejor que un evento que atrape la atención de todo el continente y más allá como la final única de la Libertadores para hacer notar el conflicto social y el descontento para con el gobierno? Y con decenas de miles de hinchas argentinos y brasileños en la ciudad, todo parece llevar a un embudo…

Por eso, mientras ya realizó la venta de entradas, la Conmebol sigue a la espera pero, silbando bajito, mantiene reuniones en su sede de Asunción (o mejor dicho Luque) para asegurarse que la capital paraguaya puede estar en condiciones de ser una sede de emergencia. Y esa plaza, más específicamente, sería la Nueva Olla, que ya está acondicionada para recibir un acontecimiento deportivo semejante porque en menos de una semana será el estadio en el que Colón e Independiente del Valle definan la Copa Sudamericana (este sábado 9).

Esta semana debe haber una resolución: el deadline para que esté completamente segura la sede no puede pasar de 15 días antes del partido, pero la confederación no quiere ser la que tome una decisión por el momento. En todo caso, por ahora espera que sea el propio gobierno chileno el que se baje de la organización si (tal como parece) no se puede garantizar ni la seguridad ni un clima de cierta normalidad para disputar un partido de fútbol… ¿Cómo se juega la final de la Copa?