Un Clásico es un Clásico, se juegue en el torneo que se juegue. Esta semana hay dos en el Bernabéu, el de esta noche, la vuelta de la semifinal de Copa, y el del sábado, en la Liga, y la tentación de priorizar uno sobre el otro desaparece en cuanto se acerca la hora de cada partido. La auténtica rivalidad no negocia intensidades. La cronología ha querido que el primero sea el de Copa y que haya en disputa una plaza para la finalísima de la Copa del Rey. O Real Madrid o Barça quedarán fuera de circulación en una de las tres competiciones que históricamente marcan el grado de satisfacción de una temporada y la Copa, aunque sea la tercera, es hoy la importante, precisamente porque se juega hoy. Y porque el título que otorga está a tiro de dos encuentros.

No es extraño, por tanto, que el técnico azulgrana, Ernesto Valverde, anunciara ayer su voluntad de ir con todo para levantar el 1-1 que se trae del Camp Nou, marcador que obliga al Barça a ganar o, por lo menos, a empatar con goles a partir del 2-2, si quiere amarrar otra final. Jasper Cillessen y Arthur Melo, ambos con el alta, son la gran novedad. A una generación que le ponen los retos históricos, la de los Messi, Piqué y Busquets, estar en puertas de su sexta final copera consecutiva y de optar a ser el primer club de la historia en enlazar cinco alirones de Copa no es un asunto menor. A estas alturas, se relativizan infinitamente aquellas cábalas realizadas en el plano teórico, cuando el sentido común aconsejaba no quemar las naves en la Copa para no castigar el día a día de la Liga ni el sueño de la Champions. Hoy ya no vale ese pragmatismo. A horas de un Madrid-Barça sólo hierve la sangre.

Valverde advirtió que, en un partido así, no tiene en cuenta las estadísticas. El Barça es el Rey de Copas con 30 títulos y en la ‘era Messi’, autor de 15 goles en feudo merengue, ha salido habitualmente airoso del Bernabéu. Pero el Madrid también es el único verdugo copero de los culés en los últimos diez años, con dos finales (2011 y 2014) y una semifinal (2013) ganadas. La sensación es que este año la Copa tiene en Madrid un valor extra, que recuerda en algo a la de 2011, por ser el título más cercano, a 9 puntos del Barça en la Liga en el año postCristiano y postZidane.

El partido llega en medio de un ambiente viciado por los últimos líos con el VAR. Como el Madrid está saliendo muy bien parado desde que, ayudado por sus inigualables megáfonos, hablaron de agravio, ahora todas sus voces alaban a los árbitros, el último el del escandaloso penalti del triunfo ante el Levante. Sin llegar tan lejos como su jugador Carvajal y su ya célebre “escuché la patada a 25 metros”, es lo que hizo ayer su técnico Solari, siguiendo la estela de Butragueño y Sergio Ramos, que pasaron en un mes de quejarse del VAR a decir que siempre estuvieron a favor de él.