Escribir sobre futbol no simplemente es una tarea descriptiva. Se trata de un ejercicio en que la sensibilidad el recuerdo, los días y años vividos, se presentan frente al que lo hace como partes entremezcladas de un film vital.

Un gran relato del historiador Alberto Sánchez Váras en un reconocido diario porteño nos lleva a remover los cimientos del fútbol sudamericano. La historia de uno de los atropellos más infames que ha sufrido nuestro fútbol.

El domingo 15 de agosto de 1965 se disputó duelo por eliminatorias rumbo al Mundial de Inglaterra 1966. Ecuador y Chile definían un pase directo. Un triunfo de la Tri en ese día hubiese significado una de las grandes gestas del balompié nacional ya que hubiera eliminado al equipo que había cerrado el podio en el mundial anterior. El resultado fue un 2-2 y posteriormente Chile en otro juego, también cuestionado, ganó 3-1 en Santiago, obligando a un partido de definición en campo neutral el cual se jugó en Lima donde también los araucanos se impusieron en un encuentro que, asimismo, dejó una secuela de polémicas.

Sólo 16 selecciones participaban en la Copa del Mundo y en Sudamérica era una batalla desigual. Las zonas de preclasificación se establecían por categoría y por influencia. Chile, país anfitrión del Mundial de 1960, gozaba de un gran poder en la FIFA y lo ubicaron junto a dos selecciones que en ese entonces eran consideradas débiles: Colombia y Ecuador.

La poca experiencia internacional le jugaba en contra al seleccionado nacional, sin embargo el coraje y la calidad de algunos jugadores hicieron dar batalla hasta el final. Chile vapuleó a Colombia en Santiago con un 7-2, en la primera fecha, mientras que Ecuador ganó 1-0 y 2-0 como visitante y local respectivamente ante Colombia. La gran sorpresa la registró el seleccionado cafetero al vencer 2-0 a Chile en Barranquilla poniendo al filo de la clasificación a la TRI. Faltaban los dos duelos ante los araucanos, aparecía el gran Alberto Spencer, -figura del Peñarol de Uruguay-, y Ecuador preparaba los festejos para celebrar su primera clasificación a una Copa del Mundo. Los mañosos dirigentes chilenos trataron de boicotear nuestro seleccionado con el argumento de que Spencer no era ecuatoriano. Además desde el país sureño afirmaban que en Guayaquil había una plaga de insectos con la intensión de suspender el partido. Nada les salió y el encuentro se disputó en el estadio Modelo. Fue un empate frustrante.

Eunapio de Queiroz fue el árbitro reemplazante de su compatriota brasileño, Romualdo Arpi. Su designación fue sospechosa porque nunca había dirigido eliminatorias. Las influencias de Chile quedaron desnudadas.

Un Ecuador vertiginoso se puso en ventaja durante los primeros 15 minutos. ‘Cabeza mágica’ definió luego de un gran centro de Alfonso Quijano. Ecuador dominaba hasta que el delantero chileno Campos anotó el gol del empate. En esa jugada lesionó al arquero Ansaldo. Un gol polémico que el árbitro validó sin temblarle el pulso (después se supo que el guardameta sufrió una fractura en sus costillas y que su vida estuvo en peligro). Se le venía la noche a Ecuador. Chile

se puso en ventaja pero Ecuador reaccionó ante la adversidad y empató por medio de Raymondi. Aún quedaba tiempo para ganar, el Mundial de Inglaterra se veía cerca, sin embargo, el árbitro brasileño no pitó dos claros penales a favor de nuestra selección, uno de ellos escandalosos, luego de que Marcos despojó de su camisa a Bolaños. El resultado final quedó 2-2 el cual dejó con vida a Chile y mató en lo emocional al combinado tricolor. Ya son 50 años de una injusticia deportiva que frenó la evolución futbolística de nuestro país que en ese entonces estaba en pleno proceso de germinación.