Las polémicas no cesan en el fútbol ecuatoriano. De hecho cada semana la situación se agrava cada y pareciera no tener fondo. Al ya conocido escándalo de los supuestos y no supuestos menores de edad se le suman los “hombres de negro”. Y aquí me permito insistir en dos aspectos: (I) la crisis del fútbol nacional es general y muy grave; y (II) la federación, como organismo rector, desconoce lo que es un manejo de crisis, o al menos eso parece.
Antes de seguir quiero aclarar que esto no se trata de defender ni perjudicar a ningún club o institución. Todos los equipos se han visto beneficiados y/o perjudicados de alguna manera por decisiones arbitrales. Realidad que lamentablemente ha existido siempre y que se da en todas las categorías, tanto a nivel local como mundial. Y aquí debemos aceptar algo: mientras los árbitros sean humanos la posibilidad de error será siempre una constante.
Sin embargo, lo que no podemos aceptar es que esto sea una excusa para que tanto la federación como los árbitros no asuman su responsabilidad y por sobretodo no manifiesten su voluntad de cambio. Para empezar estamos hablando de torneos profesionales y de árbitros profesionales, quienes tienen como función principal la de GARANTIZAR el adecuado desarrollo de un partido de fútbol, tanto el antes, el durante y el después del mismo. A esto hay que sumarle un aspecto fundamental y es que semana a semana los equipos se preparan para la siguiente fecha y esto involucra una planificación y un trabajo exhaustivo por parte de todos aquellos que componen el club, especialmente jugadores y cuerpos técnicos. La mínima garantía que todo club profesional necesita es que el árbitro que vaya a dirigir el encuentro sea el más capacitado posible y que para determinar esto haya pasado por los controles y evaluaciones que semejante responsabilidad amerita. El árbitro no puede sólo saber de técnica o reglas de juego, el trabajo del árbitro debe ser integral, completo y con una visión general.
Y es que el problema nace desde la misma federación que cree que con organizar clínicas de capacitación para árbitros ya ha cumplido con su trabajo. Pero y ¿dónde dejamos el resto de responsabilidades? ¿Qué mecanismos de control existen para determinar las aptitudes de aquellos que quieren ser árbitros? ¿Qué pruebas se les realizan a los árbitros y quién las avala? ¿Quiénes son los capacitadores? ¿Cuánto se invierte en el arbitraje anualmente? ¿Por qué en Ecuador los árbitros no tienen el spray y dispositivos electrónicos reglamentarios? ¿Por qué el informe arbitral es “palabra santa” y no se incluyen otro tipo de pruebas? ¿Por qué la federación sanciona a quienes reclaman más no sanciona a los infractores? ¿Bajo que normativa e dictan las sanciones y por qué no están unificadas? ¿Por qué sólo se evalúa al árbitro en su técnica y no en las demás situaciones? Etc, etc, etc…
El día que estas preguntas comiencen a tener respuestas reales será el día que el fútbol ecuatoriano pueda comenzar a cambiar, mientras tanto no pasará nada nuevo y viviremos entre cortinas de humo y nada más.
Por: Ab. Sylvia M. Meneses Echeverría
Twitter: @pilumeneses