El gobierno de Gales aprobó una subvención de casi £18 millones (unos €21 millones) para la remodelación del Racecourse Ground, el estadio del Wrexham AFC, propiedad de Ryan Reynolds y Rob McElhenney. Los fondos, no reembolsables, financiarán nuevas tribunas, iluminación, césped e infraestructura para que el recinto pueda albergar partidos internacionales y grandes eventos.
La noticia desató una fuerte polémica en el país. Críticos y especialistas en finanzas del deporte cuestionan que un club privado, valorado en cientos de millones y cuyo crecimiento se debe en parte al éxito mediático global, reciba dinero público que podría destinarse a servicios esenciales como educación, salud o infraestructura municipal.
Desde el gobierno galés y el ayuntamiento local defienden la inversión afirmando que la modernización del estadio generará un impacto económico directo en la región: creación de empleo, atracción de turismo, nuevos negocios y mayor visibilidad internacional para Wrexham. Para las autoridades, se trata de una apuesta estratégica de desarrollo urbano y deportivo.
En el centro del debate queda una pregunta: ¿es esta una subvención desproporcionada a un club con propietarios millonarios o una inversión pública acertada en un proyecto de alto retorno para la comunidad? Para unos, es un apoyo cuestionable al deporte privado; para otros, una oportunidad única para revitalizar la ciudad aprovechando el boom del Wrexham.
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