El tenis de mesa es un caso curioso. Dominado desde siempre por los chinos, que han ganado 32 de los 37 oros que se han repartido desde que este deporte entró en el programa olímpico en Seúl 1988, basta echar un vistazo a los cuadros de competición para comprobar que decenas de jugadores chinos compiten bajo banderas de países de adopción. Sin embargo, hay dos casos en París, en el cuadro femenino, que llaman poderosamente la atención.
Se trata de Ni Xialian y Zeng Zhiying. La primera compite para Luxemburgo y la segunda, para Chile. Lo sorprendente es que entre ambas suman 119 años.
Ni tiene 61 años y Zeng, 58. Se conocían de su China natal, donde habían cruzado sus caminos en algunas competiciones. Ni era la mejor de las dos y llegó a ser bicampeona mundial en los años 80 antes de emigrar y establecerse en Luxemburgo. Se convirtió de inmediato, y con diferencia, en la mejor jugadora de su nuevo pequeño país. Le ofrecieron disputar los JJ.OO. de Atlanta 1996 bajo sus nuevos colores pero declinó la oferta porque aún se sentía demasiado próxima a su país de nacimiento. Pero unos años más de residencia en Luxemburgo le hicieron cambiar de opinión.
En París disputará sus sextos JJ.OO. y, aunque tras Tokio’2020 quería retirarse, el hecho de seguir siendo la mejor de su país y el interés de su federación la animaron a continuar rebasada ya la barrera de los 60 años.
El caso de Zeng es distinto. Nunca llegó al nivel de Ni en China, así que se retiro hace 30 años, antes de emigrar al norte de Chile, donde se dedicó al comercio de mobiliario. Pero cuando llegó la pandemia, para pasar el rato, recuperó la pala y las pelotas, primero para hacer ejercicio, luego para socializar. Poco a poco sus oxidados reflejos volvieron, su memoria corporal hizo el resto y enseguida se encontró jugando a alto nivel. Y fue en ese momento que descubrió que su vieja amiga y rival continuaba en activo pese a ser tres años mayor que ella. Un ejemplo que decidió seguir.
Ahora ambas están en París. Su mera presencia olímpica es un éxito y un desafío a los convencionalismos. Ganar un solo partido sería una recompensa fabulosa para ambas.
TOMADO DE MUNDO DEPORTIVO