“¡Alex! ¡David! ¡Ángel!” Conmocionado, shockeado, Erwin Tumiri está sentado en el piso. Sin entender qué pasó. Pero vivo. Y siendo atendido por los rescatistas que llegaron al lugar donde el avión del que era tripulante se estrelló en las afueras de Medellín.
Envuelto en uno de los chalecos fluorescentes de la Policía colombiana, el tripulante boliviano del aparato que llevaba al Chapecoense a jugar la final de la Copa Sudamericana está perdido, desorientado. Y no es para menos.
Una persona que está con él habla por teléfono contando la situación. Al mismo tiempo, revisa a Erwin. “Vamos a tranquilizarnos y te vamos a sacar”, le dice. “Me duelen los brazos y la columna”, responde Tumiri.
Y vuelve a gritar llamando a sus compañeros. Solloza. “Mi tripulación…” se alcanza a escucharle decir. Está golpeado, física y emocionalmente. “Sobreviví porque seguí los protocolos de seguridad. Ante la situación, muchos se levantaron de sus asientos y comenzaron a gritar. Puse las maletas entre mis piernas para formar la posición fetal que se recomienda en los accidentes”, contó antes que apareciera este video que pertenece a la Policía Nacional de Colombia.