Los cuatro primeros encuentros representan la ruta blanda del calendario, sin un solo campeón europeo o mundial y apenas dos finalistas de Eurocopa, belgas (1980) y portugueses (2004). En los cuatro siguientes partidos, la vía dura del cuadro, se citan selecciones con 20 grandes títulos.
Suiza-Polonia: Un choque muy cerrado entre dos equipos muy defensivos. Sin talento, la trinchera es su apuesta. Y tan bien les ha ido que franceses y alemanes no pudieron con ellos. Tanto se refugian los polacos que aún no hay migas de Lewandowski.
Croacia-Portugal: En teoría, junto con Bélgica, los favoritos para llegar a la final de París por este camino del campeonato. A los croatas se les ha visto más consistentes, incluso sin Modric, su indiscutible referencia. De su estado físico dependerán buena parte de sus opciones. Aunque a Croacia no le falta coro con Srna, Rakitic, Perisic... Los lusos han estado menos cuajados, erráticos ante el gol hasta que Cristiano fue Cristiano y cargó el cañón frente a Hungría. Portugal no parece tener el equipo definido, con demasiados vaivenes, pero tener a CR le abre todas las puertas. Y más si se consolidan Joao Mario y Renato Sanches.
Gales-Irlanda del Norte: Dos milagros, el duelo más inesperado. Ya han salido a hombros y aún les queda la traca final de alcanzar como mínimo los cuartos. Los galeses, al menos cuentan con Bale y el buen tono de Ramsey. Los norirlandeses han reclutado futbolistas de las catacumbas, solo cuatro de la Premier y sin cartel alguno, pero su amor propio es infinito. El prodigio es tal que tiene un técnico, Michael O´Neill, católico. El fútbol como puente.
Hungría-Bélgica: Para los nostálgicos, el regreso del fútbol húngaro al gran escaparate es motivo de celebración. Sesenta años después de que Puskas y los suyos se ganaran de por vida una vitrina en los archivos del tesoro del fútbol, los magiares llegaron a Francia tras la repesca y han pasado como líderes de grupo. Se han destapado como un equipo sólido y bien estructurado. Los belgas, a tirones, aún deben demostrar que la que parecía otra gran generación merece honores. Futbolistas con estrellas no le faltan, caso de Hazard, De Bruyne, Lukaku, Carrasco... Muy conservadora al inicio, como en su insípido paso por Brasil 2014, Bélgica parece haberse soltado más. Wilmots, su seleccionador, criticado por "amarrete", intenta explotar mejor su ataque, lo que debería ser su seña de distinción.
Alemania-Eslovaquia: Sin deslumbrar, el conjunto de Löw ha cumplido el primer objetivo y, como toda la vida, es el ogro a evitar. Kroos –que ante Irlanda del Norte dio más pases que todo el rival- y Özil han sido los más destacados junto a Kimmich, improvisado lateral. Todavía no ha contado con la munición de Muller, y Muller sin gol... Eslovaquia poco tiene que perder. Salvo Hamsik, un verso suelto, se caracteriza por su sentido gremial y cierre de filas. Ya se lo hizo pasar mal a España en la fase de clasificación y, ya en Francia, bloquearon a Inglaterra.
Italia-España: El cruce más clásico de todos los octavos. Italianos y españoles disputarán su cuarto choque en las tres últimas Eurocopas. A España, salvo en el empate inicial de Ucrania-Polonia 2012, siempre le fue bien, tanto en la rueda de los penaltis de cuartos de Suiza-Austria 2008 como en la memorable final de Kiev en 2012, el mejor partido de la Roja desde que es la Roja. Para la eliminatoria, España tendrá que gestionar el partido mucho mejor de lo que hiciera frente a Croacia. Si hay un adversario que penaliza a quien desatiende a los detalles, ese es Italia, que puede ser la nadería durante 89 minutos y ganar en uno. La Azzurra está nucleada por su andamiaje defensivo, los centuriones del Juventus: Buffon-Barzagli-Bonucci-Chiellini. De defensa a ataque ya no tiene el ancla ilustrado de Pirlo, pero los chicos de Conte son su calco como futbolista: un fatigoso estilo de suela desgastada. En Italia todos se exprimen como limones.
Francia-Irlanda: Por ahora, a Francia solo se le intuye el poderío. Sobre el césped no ha reflejado su potencial, con más dudas que certidumbres. Un equipo con más músculo que tacto en el que no ha sobresalido el físico de Pogba ni la destreza de Griezmann, que fueron al cuarto oscuro tras el sosaina estreno ante Rumania. Payet ha sido el único con gancho. A Francia se la espera. De Irlanda no hay tachas. Sus chicos dan lo que dan y aún han dado mucho más. Fervor, fervor y fervor. Con el orgullo por delante dejaron fuera al fanfarrón de Ibrahimovic, otra vez fracasado en la escena internacional, sea con sus clubes o con Suecia.
Inglaterra-Islandia: Por cartel, debería ser el cruce más desigual, pero como ya quedó establecido que el fútbol es un estado de ánimo, cualquiera se atreve con los islandeses, llegados al paraíso no se sabe cómo. Debutante, Islandia se ha batido con una fe encomiable. Han ratificado punto por punto su extraordinaria fase de clasificación, en la que fundieron a Holanda. Los ingleses, con su nuevo equipaje más refinado y con Rooney de arquitecto, no han explotado. Es la selección más joven del torneo y a muchos de sus jugadores les ha costado dar con las teclas. Lallana, Delle Alli y Sturridge tienen más poso del demostrado, lo mismo que se predecía de otros novatos en grandes citas, como los goleadores domésticos Kane y Vardy. Por el momento, lo más positivo de esta sufriente Inglaterra ha sido su mayor apego a la pelota.