No había consuelo para la española Carolina Marín. Ni los miles de aficionados que la despedían en pie atajaban las lágrimas de la española, que se despidió de los Juegos Olímpicos de París 2024 de la peor forma posible: cuando ya acariciaba la final de bádminton, las rodillas, otra vez las rodillas, acabaron con todo.

Hasta ese momento Carolina Marín estaba dominando la semifinal contra la china He Bing Jiao. Se había apuntado el primer set por 21-14 y controlaba el segundo (10-5). Después de volver a la élite superando dos gravísimas lesiones de rodilla, algo que nadie más había hecho en el bádminton, entreveía la final en su regreso a los Juegos Olímpicos.

Fue una devolución como hay miles. Pero en un mal apoyo cedió la rodilla derecha, la misma que empezó el calvario en 2019.

«Me he roto», dijo de inmediato Carolina Marín mirando hacia el banquillo. Maldiciendo y deshaciéndose en lágrimas.

«Ha sido en cuanto ha caído al suelo. Es una sensación que ella ya conoce así que, si ella me ha dicho eso, es que era cierto», lamentó su entrenador, Fernando Rivas.

La española supo de inmediato que el sueño había terminado, pero entre saberlo y aceptarlo mediaba un abismo insalvable.

Después de recibir las primeras asistencias, Carolina Marín sacó de su bolsa rodillera y trató de reanudar el partido. Estaba tan cerca, era todo tan cruel, que debía intentarlo.

Pero el golpe de realidad fue implacable. La campeona olímpica de Río 2016 no podía siquiera apoyar el pie y al segundo punto, tras mirar a su entrenador, Fernando Rivas, se derrumbó en línea de fondo.