Neymar iba a ser el mejor del mundo. El sucesor de Messi. Nadie tenía tanto desequilibrio como él. A su enorme talento sumaba su desparpajo futbolístico, su alegría vital y mucho marqueting que arrastraba desde sus tiempos en Santos. Era el jugador global llamado a ser el número 1. Por todo ello le fichó Sandro Rosell para el Barça. En 2015, el año que levantó la Champions en Berlín, estuvo ya en el podio del Balón de Oro, por debajo de Messi y de Cristiano Ronaldo. Él era el sucesor. O tenía que serlo… Y el conjunto de malas decisiones y las lesiones inoportunas, con Brasil en el Mundial, y con el PSG en los tramos decisivos de la Champions, le han alejado de ser el número uno del mundo. Además, Messi Cristiano todavía no se rinden, Lewandowski le ha quitado el puesto entre los tres mejores y a la puerta llaman con mucha fuerza Haaland Mbappé. Entre los dos veteranos insaciables y los dos tanques que suben con fuerza, Neymar se puede quedar sin el anhelado premio. Cuando firmó por el PSG trascendió una cláusula de su contrato: cobraría 3,5 millones de dólares si ganaba el galardón en París. Ahora, ya con 29 años, empieza a dudarse de que pueda ser aclamado como el mejor del mundo. Este año, de nuevo, lo tendrá difícil para lucirse en Champions. Antes de llegar a la final se va a cruzar con el Bayern y, luego, con el City. Casi nada.

TOMADO DE MUNDO DEPORTIVO