Cuando los contagios de coronavirus se expanden por el mundo hay un solo continente que todavía respira aliviado: la Antártida. Gracias a estrictas medidas de control y un poco de fortuna este territorio se mantiene libre de covid-19.

Desde que se declaró la pandemia el 11 de marzo, el habitual aislamiento de este gélido y remoto lugar se hizo aún más extremo. Se cancelaron todos los viajes de turismo, se trasladó al personal no indispensable, se prohibió el contacto entre las bases internacionales y se establecieron estrictos controles sanitarios.

“Estamos aislados dentro de este aislamiento natural que ya tenemos”, relata por teléfono a la AFP Alejandro Valenzuela, capitán de fragata y gobernador marítimo en la Antártida chilena.

La vida en la Antártida exige mucha coordinación y cooperación entre los participantes de las cerca de 40 bases permanentes y misiones científicas emplazadas en las islas aledañas, la península antártica y el continente.

Diez miembros de la Marina chilena se encuentran hoy en la base Escudero de la bahía Fildes de Islas Shetlands del Sur, considerada la puerta de entrada a la Antártida.

Allí también se emplazan las bases de la Fuerza Aérea de Chile (FACH) y de la Dirección General de la Aeronáutica Civil. Cerca están una de las cinco bases de Rusia, otra uruguaya, una coreana y otra de China.

FUENTE: EL COMERCIO