Después de Navidad, el acuerdo entre Adrien Rabiot y el Barça era total. El jugador termina contrato con el PSG el 30 de junio y, al intuir que se iría gratis, le apartaron del equipo. No ha vuelto a disputar partido alguno. Se ha tenido que entrenar al margen.

A pesar del “mobbing” que le hacía el club de toda su vida, el jugador le mantuvo a Abidal que se mantenía en lo pactado. Eso eran unos 10 millones de euros de “signing bonus” para el jugador.

El Barça se hacía con un buen centrocampista joven. Pero, a partir de ahí, pasaron tres cosas.

1) El Barça pudo cerrar el fichaje de De Jong, con lo que Rabiot dejó de ser prioritario. Se planteó entonces si traer o no a los dos jugadores.

2) El jugador manifestó que, aquí, tampoco querría jugar de pivote defensivo. Mal asunto si, antes de llegar, ya andamos con exigencias.

Y 3) la madre de Rabiot, que ejerce de representante, le pareció que la prima de fichaje tenía que subir mucho más de lo pactado. Pues vale, pues muy bien, pues adiós.

A partir de ahí, Rabiot flirteo con el Madrid. De momento, tampoco. Y el caso es tan surrealista que ahora incluso se plantea quedarse en el PSG que le ha maltratado durante 6 meses. Otro tipo mal aconsejado.