Juan Carlos Osorio le dio a México, tal vez, su victoria más celebrada en los últimos 50 años. Y digo Osorio ya que, aquel partido resuelto por sus jugadores en Luzhniki, fue planificado por él durante meses. De hecho, tiene casi 4 años puliendo ese estilo. Esa forma. Esa manera. También tiene 4 años con furiosas crítica donde, obviando el ruido mediático que pueden significar 7 goles ante Chile o la no convocatoria de tal o cual figura, sobresalía una duda muy válida:  ¿de verdad podía México, con su material humano, lograr comepetir como pretendía Osorio? Low y Neuer manda a decir que mejor no pregunten. Quien parece nunca habérselo cuestionado – o al menos no haber encontrado la respuesta correcta para con su equipo- se llama Jorge Luis Sampaoli.

Don Jorge, no entendió que, sus formas, requerían mucho tiempo y trabajo. Lo que nunca tuvo y pudo hacer. Y es que estas situaciones a las que no supo adaptarse en su camino al mundial, pero, sobretodo, previo al partido contra Croacia, generaron una grieta enorme entre lo conceptualmente deseado y la realidad que su equipo podía – terminó- plasmando.

Sampaoli es un entrenador cuyos matices favoritos son intensidad, protagonismo y manejo del balón. Por eso, cuando puso el once ante Croacia, quedaron muchísimas dudas: cómo plantear intensidad con Messi y Meza poblando la zona de 3/4 y de qué forma podía Argentina gestionar una buena salida desde el fondo, con dos mediocentros de poco juego (Mascherano – Pérez), más carrileros de mucha velocidad y normal dominio (Salvio -Acuña).

Sobre lo primero, habían soluciones que al final no llegaron, porque se requiere más tiempo para lograrlo: un equipo, bien posicionado, podía apretar zona adecuadas que faculten recuperaciones altas, reduciendo, así, los desplazamientos de Messi, logrando menor distancia con sus compañeros, siempre en zona ofensiva importante y acercárlo, entonces, al meta croata (el 10 no le pegó al arco en los 45 iniciales).

Para lo segundo, en realidad, era todo mucho más difícil.

Dueño de «el 5 te define al equipo», es incompresible cómo Sampaoli, quien tuvo en Chile y Sevilla, de mediocentros a  Marcelo Díaz – Nzonzi,  y pobló mitades de cancha  con Valdivia, Aránguiz o Banega, pretenda lograr que la presión Croata no surta efecto y solucionar, así, el principal problema que tiene Argentina: lograr balones claros a Messi, para acercarlo a zona de finalización, mas no aproximarlo a sectores de inicio, junto al «5» de turno.

Croacia no fue a morder la salida de Argentina, pero se posicionó, de tal forma, que los iniciadores principales no lograron tener comodidad. Mascherano jugaba con sus centrales a lo ancho, pero no tenía opciones cercanas en vertical. Tampoco habían jugadores que, desde lo individual, aporten al plan colectivo. Enzo Pérez, llega a segunda línea, mejor de lo que inicia. Pero ayer lo que se necesitaba era sacar la pelota con sentido. Agruparse sobee ella. Solo Tagliafico, lateral reconvertido a Stopper, podía ganar metros en salida y, más o menos, combinar con Acuña en banda izquierda.

Mientras tanto, Messi inadvertido. Ausuente. Ausente porque llegó al mundial sin la chispa de otras tardes, pero también porque su equipo no lo encontraba. Argentina solo generó peligro con los carrileros, sin llegar a ser continúo y determinante ese riesgo. No es un dato menor que, en esa primera parte, Messi tocó 14 balones. Aislado del juego.

Croacia, por su parte, en lo suyo. Muy bien agrupado en 4-1-4-1, con un gran trabajo sin balón, pero siempre teniendo la calidad de Modrid – Rakitic para tocar en corto y pasar en largo. Mandzukic  más Perisic, incrustrados entre Mercado – Salvio, generaron las situaciones más peligrosas del primer tiempo.

El resto ustedes lo conocen. Caballero, una apuesta personal y error de Sampaoli, cometió la equivocación de su vida. Messi intentó hacerse del equipo, pero a penas mejoró sus intervenciones con respecto a la primera parte (17) y Argentina fue incapaz de, psicológicamente, reponerse del falló. Empezó a ¿jugar? con la desesperación típica de quien sabe, su nombre será recordado por siempre, y no precisamente en tardes buenas.

Argentina modificó nombres, esquema e ideas con respecto al primer partido. Demasiado para llevar sobre la espalda, más aún, cuando su entrenador planificó un partido que, difícilmente podía jugarlo como el quería, porque, simplemente, no tenía a los jugadores y el tiempo de trabajo para hacerlo. Tal vez, con el tiempo, Sampaoli se pueda transformar en el Osorio de los argentinos, pero, por ahora, está mucho más cerca del 1 – 7 chileno, antes que del 1-0 alemán.

PD: en el estadio habían 43 mil personas. 25 mil, al menos, argentinos. Conviven con la fatalidad, su desesperación es infinita. Difícilmente, un equipo puede sobrellevar ese ambiente. A esta altura, estoy convencido que habría sido preferible jugar ayer en Zagreb, con 43 mil croatas. La presión se habría sentido menos.

Escrito por: José Carlos Crespo