Al final de un torneo siempre es importante hacer un balance. Este balance deberá ser hecho por todos los “actores” que directa o indirectamente participaron de él. Estamos a 2 días de que finalice la Copa América y ésta nos ha dejado un sin fin de conclusiones, de las buenas y de las malas. En esta columna me centraré en la selección nacional y mi opinión acerca de lo que vimos, de lo que no vimos y de lo que esperamos ver en ese futuro inmediato llamado eliminatorias.
A los ecuatorianos nos encanta “llorar sobre la leche derramada”, criticando sin piedad, de tal manera que después del partido todos nos creemos técnicos, periodistas e incluso jugadores. Pero en realidad ¿cuántas veces nos hemos detenido a considerar las causas?, o incluso peor, ¿cuántas veces hemos intentado encontrar soluciones positivas a situaciones que ya no podemos cambiar?
Con justa y total razón entiendo el negativismo general que siente nuestro país frente al torneo continental. Cada nueva edición de la Copa América revive y aumenta dicho negativismo. Situación totalmente real y sin discusión. Lo primero que debemos tener claro es que no podemos esperar consecuencias distintas si seguimos haciendo lo mismo de siempre.
Desde el principio se “advirtió” que Ecuador no llegaría en plenitud de condiciones a la copa y que el torneo serviría para evaluar y ganar tiempo y ritmo de competencia. Postura con la que nunca estuve de acuerdo porque creo que si ya sabes que vas a jugar una competencia debes intentar siempre ganarla, o mínimo planificar y jugar para avanzar lo más lejos posible. Esta actitud comienza desde la cabeza para luego transmitírsela al grupo. ¿Dónde dejamos la actitud y mentalidad ganadora?
Lo segundo es que no podemos pretender hacer un buen torneo poniéndole una capa de pintura a los problemas de fondo y hacer como si no pasa nada. Cuando antes del torneo tienes jugadores que de antemano no quieren participar (incluyendo a lesionados y no lesionados), ya debes darte cuenta que tienes muchas piezas que ajustar. No puede ser que haya que esperar a que comience el torneo y pierdas los dos primeros partidos para “solucionar problemas internos”. En mi concepto eso no es admisible cuando se trata de fútbol en su más alto nivel profesional.
Lo tercero es la convocatoria y el tiempo. La federación manejó mal la contratación del director técnico y los tiempos. Ellos ya sabían a quién iban a contratar y sabían cuál era la primera prueba. Se debió adelantar la incorporación del técnico y desarrollar un cronograma distinto de trabajo. Con la postura de la FEF, el mensaje entre líneas para el entrenador es “no importa la Copa América, hay que centrarse en las eliminatorias”.
En cuanto a la convocatoria no se puede criticar que Quinteros haya convocado en su mayoría a los jugadores que él ya conocía; y no se le puede criticar porque no tenía tiempo. Lo que sí se le puede criticar es no haberse dado cuenta a tiempo que habían jugadores que no querían estar y otros que no debían estar.
Lo cuarto y último es que “los malos hábitos no mueren”. Recién ahora podemos ver el terrible daño que le hizo Reinaldo Rueda a nuestra selección. Los jugadores se acostumbraron a no trabajar y a no tener disciplina. Con el entrenador colombiano había más polémicas que jornadas de trabajo. En lo futbolístico los acostumbró a un sistema improductivo y totalmente anunciado, sin variantes y sin dinámicas. En lo actitudinal nos dejó una selección sin hambre ni deseos de gloria, una selección moralmente caída y sin actitud.
Ahora en adelante hay que levantarse. Deberemos fijarnos en las causas y en las posibles soluciones para no volver a caer en los mismos errores. Tenemos por delante unas eliminatorias que a lo menos serán complicadas para todos. Competiremos con selecciones que han venido realizando trabajos planificados y bajo procesos estructurados.
El camino no será fácil, pero tenemos las herramientas para pelear y lograr el objetivo. Se deberá ser claro y firme. Se deberán tomar decisiones sin precedentes, se deberán hacer cambios y se deberá enfrentar esas consecuencias. Pero este es el momento de la transición, es ahora cuando tenemos que dar ese paso. Y de seguro deberemos aguantar malos resultados o reveses, pero eso es lo que se necesita para poder darle un giro y lograr marcar la diferencia.
Juanma Lillo decía siempre: “No arriesgar es lo más arriesgado, así que, para evitar riesgos, arriesgaré.”
Sylvia M. Meneses Echeverría
Twitter: @pilumeneses.