La primera prueba de Gustavo Quinteros como director técnico de la selección ecuatoriana está cada vez más cerca. A menos de un mes para que arranque la Copa América ya conocemos los 30 pre-convocados de la tricolor y de esos serán 23 los definitivos que viajen a territorio chileno.

Es conocido por todos que la suerte no ha brillado para Ecuador en esta competencia internacional, más allá de ese cuarto lugar en la edición de 1993 como anfitriones, no hemos hecho mucho más. Situación que ha provocado que los ecuatorianos no hayamos visto con entusiasmo ni ilusión las ediciones anteriores del torneo de selecciones más importante en el continente americano.

La llegada de un nuevo técnico para la tricolor ha representado un nuevo comienzo, despertando el positivismo que muchas veces se perdió durante el proceso de Reinaldo Rueda y sobre todo después de la copa del mundo de Brasil. Y así como han surgido nuevas ilusiones, también ahora tenemos nuevas exigencias, propias de tres clasificaciones mundialistas y de la mano de un fútbol moderno que demanda competitividad e intensidad.

Después de haber alcanzado la clasificación a tres mundiales, la afición ecuatoriana se ha dado cuenta que hay que dar un paso más y ya no conformarse con menos. Aquí es donde me incluyo preguntándome y respondiéndome a mí misma: ¿Qué me espero de esta selección y de Gustavo Quinteros en esta Copa América?

“Perdonaré que no acierten, pero nunca que no se esfuercen.” Primero mucha y buena actitud. Una actitud que se traduzca en compromiso y entrega en cada partido. Recuperar la casta y la confianza que durante muchos años se ha venido trabajando. Dejar atrás cualquier rezago de lo ocurrido en la etapa Rueda y en el pasado mundial. Reflejar la experiencia que tienen la gran mayoría de seleccionados y ponerla al servicio de todo el equipo. Como siempre digo, a un equipo se le puede perdonar que pierda, pero no se le puede perdonar la falta de actitud y entrega siempre y sin excepciones.

De la mano de la actitud viene la mentalidad positiva. Un equipo entrenado y trabajado para ganar, pero por sobre todo para jugar bien y encarar con determinación cada partido. Y al decir “jugar bien” me refiero jugar fieles a la idea y estrategia que el técnico les ha transmitido. Una mentalidad que les permita ser inteligentes para jugar, saber cuándo hacer las pausas y cuándo cambiarle el ritmo al partido, saber leer a los rivales, y saber aprovechar las oportunidades.

No ser un equipo egoísta. Aprovechar las individualidades, pero poniendo siempre encima la idea colectiva. Dentro de la cancha buscar al mejor posicionado, saber cómo y dónde pasar la pelota. Conocer los tiempos y los ritmos. Conocerse cada uno y conocer las características de sus compañeros. Entender que cada uno solo y por su cuenta no logrará el objetivo.

Conocer cuál es el objetivo principal en esta Copa América. No caer en el error de pensar en las eliminatorias por adelantado y descuidar lo que se haga en Chile.

Conocer la idea y mentalidad del entrenador. Ser aplicados y trabajar cada día más duro. Trabajar con planificación sabiendo a dónde se quiere llegar y qué hay que hacer para alcanzarlo. Trabajo, trabajo y trabajo.

Un equipo equilibrado entre la experiencia y la juventud. Nunca creernos demasiado buenos.

Resultados: no conformarse con participar y jugar. Ser humildes pero encarar con confianza los partidos, con la mentalidad y las ganas de ganar, saltar a la cancha pensando y creyendo que se puede ganar. Quemar etapas y aprovechar los errores y espacios que dejen los rivales. Una selección intensa, rápida, explosiva y con variantes.

“Ningún jugador es tan bueno como todos juntos” (Alfredo Di Stéfano)

Por: Ab. Sylvia Meneses Echeverría
Máster Internacional en Gestión y Marketing Deportivo
Twitter: @pilumeneses