A las puertas de un nuevo Clásico del Astillero, las diferencias entre ambos conjuntos saltan a la vista y son más que evidentes. Partimos desde las diferencias futbolísticas, pasando por las institucionales, las de organización, las de planificación, y finalizamos con las de visión. Recalco que esto no es una crítica a esas diferencias, sino más bien resaltar cómo los caminos de cada uno se han desviado de manera tan distinta.

Si trabajas sin prever y sin aprender del pasado, la consecuencia directa será la de tropezarse con la misma piedra hasta el punto de “encariñarte” con ella. La historia reciente de Barcelona es un claro reflejo de esta situación. Pudiéndose prever situaciones futuras, simplemente no se lo ha hecho. Se ha trabajado de manera equívoca y resultadista, sin la debida planificación a largo plazo. Si algo no funcionaba al instante, se lo eliminaba y se iniciaba todo de nuevo. Las señales o indicios de lo que iba a suceder estaban ahí, a la vista y paciencia de todos. El problema estuvo y está en que no se dispusieron ni se prepararon los medios contra futuras contingencias.

Ahora viajemos un poco y aterricemos en el 2014. Barcelona ganó la segunda etapa. No lo hizo exhibiendo un gran sistema colectivo ni tampoco un nivel de fútbol apabullante. Yo diría que fue más bien un equipo inteligente que supo maquillar su realidad a través de resultados positivos que hasta ese momento parecían suficientes. En la recta final supo ser más que Independiente del Valle y aprovechó el desgaste de Emelec en Copa Sudamericana. Ese Barcelona jugó para alcanzar esos resultados que lo lleven a la final.

Siguiendo en esta línea cronológica reconozcamos lo siguiente: Es cierto que Barcelona no jugaba de manera vistosa ni tenía un gran funcionamiento colectivo. Era un equipo defensivo que dependía de Blanco para marcar un gol, y a partir de ahí se dedicaba a cuidar el marcador.
¿Había una diferencia? Si. La diferencia estaba en la base y en el trabajo dentro del campo. No existía un despliegue de juego, a eso no me refiero. Pero había jugadores asentados, había trabajo dentro de la cancha, había ideas, existía una base y existía un espíritu de equipo. Con los pocos meses de trabajo que tenía Rubén Israel, el equipo había podido ensamblar algunas piezas, sobretodo en la ofensiva. Al menos se veía una idea colectiva, para mal o para bien el equipo sabía a lo que jugaba.

Y entonces se llegó a la final. Una final que cualquier jugador profesional de fútbol seguro soñó con jugar. Emelec fue ampliamente superior en ambos partidos y se coronó campeón. No me aparto del hecho de que se perdió contra el acérrimo rival, de que se perdió jugando muy mal y dejando un mal sabor y una peor imagen. No me aparto de lo doloroso que resultan estos hechos, tanto para dirigentes, cuerpo técnico, jugadores e hinchada. Pero al final del camino sí se logró algo, se alcanzó un vice campeonato, pero mejor aún se había logrado poner los cimientos para tener una base de jugadores a los cuales se les podía dar continuidad, sumarle unos pocos refuerzos, y seguir trabajando sobre esa misma línea.

Pero esto no se hizo. Los dirigentes reaccionaron como hinchas, se dejaron llevar por las emociones y no tuvieron la capacidad de poder ver más allá de los hechos y de los resultados. Y entonces se desmanteló al equipo, se vendieron y se despidieron a jugadores que debieron quedarse. Se debió traer refuerzos en posiciones específicas, especialmente defensivas y no se lo hizo. Se incorporaron más de diez nuevos jugadores pensando que ahí estaba la solución a los problemas. Se desmanteló un equipo, se rompió una base y se quebró un espíritu de grupo.

Las consecuencias están a la vista de todos. Pensar que un mes de pretemporada y pasar unos días en Argentina va a solucionar los problemas es simplemente absurdo e ingenuo. Esto no es cuestión de tiempo. No es algo que soluciona de un día a otro. Lo que vemos es la punta del iceberg, pero lo que no vemos es lo realmente grave.

Por: Ab. Sylvia Meneses Echeverría
Máster Internacional en Gestión y Marketing Deportivo
Twitter: @pilumeneses