Assassin’s Creed Unity lo tenía todo para triunfar. Una versión mucho más difícil de dominar, aciertos en el cambio de su sistema de combate, el detalle de la ciudad, gráficos muy atractivos en muchos de sus sectores y el aprovechamiento del hardware en las consolas de nueva generación. El problema de Unity y lo que lo convierte en el fracaso más grande del 2014 es la manera en que esta edición fue entregada; se siente incompleto en sus elementos técnicos, el juego está lleno de bugs y elementos que nos hacen pensar que quizá si se hubieran esperado a que el mismo funcionara de manera correcta otra suerte le hubiera tocado. Parche, tras parche y en lugar de mejorar hasta llegó a empeorar. Una pena, tanto potencial se quedó en nada.
No le pasa únicamente al City. Le paso a Bélgica en el mundial, le paso a Boca Juniors en la Sudamericana y la lista sigue, pero que un Manchester City repleto de estrellas no sepa qué hacer con la pelota, no se lo espera nadie y mucho menos que Manuel Pellegrini no logre que su plantilla asimile su idea táctica. El fin de semana anterior cuando el Arsenal visito el Etihad, los gunners le entregaron la iniciativa al celeste y este de nuevo, encerrado en su propio laberinto; se repitió la historia de otras noches, los hombres del puerto superan en posesión pero no logran romper el esquema contrario, manejan a placer pero no generan ocasiones claras.
Los Citizens tienen una de las armadas más temibles de Europa. Eso nadie lo duda, pero ese poder de fuego en ocasiones enmascara sus deficiencias de juego y sus individualidades, disfrazan la ausencia de una estrategia definida. No es casualidad que los cuatro partidos jugados sin Yaya Toure se saldaran con 3 empates y una derrota. Cuando sus cracks se enchufan los goles llegan por montones, el contador suma de tres en tres y el pent-house de la tabla se ve muy cerca, tan cerca como para intentar tomarlo por asalto al Chelsea. En pocas palabras, el equipo vence pero no convence y lo que al principio era un deseo al final no está dejando una decepción.
Todos quieren parecerse al equipo de moda. A la Holanda de Rinus Michels, al Milán de Arrigo Sacchi, al Barcelona de Guardiola y mientras Gucci impone tendencias, los devotos discípulos copian, copian y copian. Hoy todos quieren ser Simeone, blindar con solidas murallas atrás, regalar el balón al rival, robar y liquidar a la contra. Planteo válido que no seduce. Los románticos nos decantamos antes por los que tocan con calidad que por los que revientan y corren, fantaseamos primero con David Silva que con Gabi Fernández y créanme que reconozco que los dos hacen muy bien su trabajo pero la diferencia es que el técnico argentino logro algo que el chileno no, que su “secta” crea en la doctrina del profeta y la sigan incondicionalmente.
Assassin’s Creed y Pellegrini, mucho ruido y pocas nueces. El Ingeniero ha logrado viajes interesantes piloteando Cessnas pero cuando le toca comandar un Airbus, no termina de convencer. El planteamiento en la Champions pasada contra el Barca o la decepcionante llave con el CSKA Moscú en la presente edición son muestras de que algo no termina de cuadrar en un conjunto skyblue al que se le ve constantemente atascado y sufriendo demasiado para la inversión realizada. Los que pensamos que el entrenador austral ya estaba preparado para grandes retos después de lo vivido en Chamartín, poco a poco vamos quedándonos sin argumentos para defenderlo. Y mientras tanto, el jumbo celeste de Manchester vuela sin guía y sin mapa de ruta.