Si bien el club no confirmó este extremo, tampoco negó el monumental enfado que se produjo al descubrir como minutos después de que el entrenador le ordenase salir a la calentar en la banda, el delantero brasileño se despreocupó del juego y de su preparación, atendiendo a un aficionado que desde la primera fila de los graderíos le acercaba una bota para que le pusiera su firma y estrechando después la mano a otro.

En la época de Pep Guardiola (el asunto se suavizó hasta el extremo bajo el mando de Gerardo Martino), las sanciones económicas por actos de indisciplina o contrarios a lo establecido por el entrenador tenían un coste mínimo de $600 euros [$787 dólares] que en el caso más grave, antes de provocar un expediente, podían alcanzar los 6000 [$7 mil 868 dólares].

No se sabe la cuantía con que el club, o Luis Enrique, decidirán castigar al brasileño y aunque el Director Deportivo pasó este martes de puntillas sobre el asunto limitándose a asegurar que en el club «no tenemos ningún problema con Neymar», la realidad es que su proceder en Villarreal no quedará impune y servirá de aviso generalizado.

Luis Enrique no descubrió de buenas a primeras el suceso, por cuanto desde el banquillo estaba absolutamente centrado en el partido, pero en cuanto fue informado del caso, que se convirtió en público y notorio a través de las cámaras de televisión, no ocultó su profunda decepción, por entender que su futbolista desatendió gravemente sus obligaciones.

Se da la circunstancia, agravante, de que Neymar atendió a los hinchas en un momento clave del partido, con empate y cuando más precisaba cambiar el rumbo el Barça para romper la resistencia del Villarreal.

A su salida, el brasileño falló un gol a un metro de la portería al no acertar a levantar el balón ante el desesperado estirón de un defensa bajo palos, aunque minutos después inició la jugada que acabó en el gol de Sandro, al dar un excelente pase a Messi, quien asistió al canterano.

La actuación de Neymar, sin ser mala, no sobresalió especialmente pero quedó marcada por su actitud, que recordó al pasotismo que se adivinó la pasada temporada y que es, precisamente, una de las facetas que quiere extirpar de manera inequivoca Luis Enrique del vestuario.