El partido más esperado por la hinchada ecuatoriana. El único encuentro que es capaz de paralizar a un país. Serán 180 minutos de nervios agobiantes y angustias al borde del infarto. Las sensaciones finales traerán alegrías desbordantes, para unos. Llantos incesantes, para otros.

Nunca será lo mismo ganar o perder un clásico en la primera o segunda etapa del torneo, que triunfar o sucumbir en una final. Todos. Absolutamente todos, quedarán marcados para bien o para mal. Las cargadas de los contrarios, será el condimento especial de por vida.

Sin exageraciones, este será el partido más importante del fútbol ecuatoriano en los últimos 50 años. Por todo lo que se juega. Por el orgullo personal y colectivo. Por la única razón que da alegría a los pobres, ricos o mendigos de la sociedad deportiva nacional: Su Barcelona o su Emelec.

Las redes sociales (twitter y Facebook) llegarán a la máxima cúspide de mensajes o tendencias. Los medios impresos, digitales, los programas deportivos de radio y televisión; prepararán reportajes en su máximo esplendor. Se vivirá una semana inusual. De amuletos, de pedidos al todo poderoso y el resto de santos. Días de recuerdos y añoranzas por las victorias obtenidas. Eso produce, el clásico más importante del Ecuador, y que tendrá episodios distintos en Guayaquil.

Barcelona y Emelec no solo se juegan un clásico más, sino la oportunidad de campeonar el próximo 21 de diciembre. Una de las razones por la que “FALLAR” es imposible para cualquiera de los hermanos de barrio. Este miércoles, 19H00, se jugará el primero de los dos duelos futboleros. Clásicos, son clásicos. Que gane el fútbol y que la violencia no aparezca… (RMV)