Partimos del hecho de que la situación actual de Barcelona es verdaderamente crítica. Se ha alcanzado ese momento en el que los problemas son incontenibles y avanzan a una velocidad pasmosa. Hoy todos son culpables y nadie se salva: dirigentes, director técnico y jugadores.
Dicen que para entender el presente hay que conocer el pasado, así que vamos a intentar hacer este ejercicio. Empezamos por decir que la situación de Barcelona no es sólo de ahora. Después de décadas de gloria aterrizamos en 1998 donde el cuadro amarillo ganó su estrella trece en el campeonato nacional y disputó su segunda final de Copa Libertadores. Después de estos logros comenzó la sequía. Con el nuevo milenio ya en curso, Barcelona no sólo no pudo lograr títulos deportivos, sino que además se comenzaron a suceder una serie de situaciones que determinaron y ahondaron crisis económicas y administrativas. La realidad es que nos guste o no, las consecuencias de esos problemas no solamente que siguen afectando, sino que aún más grave se siguen repitiendo.
Mientras Barcelona se debatía entre sucesiones de malas dirigencias, crisis institucionales, el fantasma del descenso y demandas y más demandas; los demás equipos del fútbol ecuatoriano comenzaron a mostrar los primeros frutos de un trabajo planificado, silencioso y responsable. Un cuadro canario cortoplacista, que año a año se equivocaba en las contrataciones, adquiría deudas astronómicas y que cada enero era un borrón y va de nuevo. La realidad era que en Barcelona nadie se ponía de acuerdo y todos querían mandar.
Damos un salto al año 2012 al que podríamos llamar “El paréntesis”. Fue una temporada en la que hubo una abstracción de la reinante realidad amarilla. Se invirtió grandes cantidades de dinero en conformar una plantilla de alto nivel, fuerte en todas sus líneas y a lo que se le sumaba un organizador y creador de juego de calidad superlativa como Damián Díaz y un ganador irrefutable como Gustavo Costas en el banquillo. Esto da resultado y Barcelona logra su tan ansiada estrella 14.
Sigamos avanzando. Luego del campeonato 2012 se hicieron los esfuerzos necesarios para mantener al técnico Costas y al argentino Díaz y de esta manera tratar de darle continuidad al equipo de cara al 2013. La historia volvió a repetirse, no se tuvo éxito a nivel local ni internacional. Ya para ese momento no estaban ni Costas, ni Díaz, ni Nahuelpán. Además de muchos otros que fueron transferidos al exterior.
El inicio del 2014 fue caótico de la mano de Carlos Ischia. Entonces se trajo a Rubén Israel al banquillo canario. El uruguayo comenzó a trabajar con el plantel que tenía y le imprimió su característico juego defensivo. Si revisamos detenidamente la situación del año anterior nos daremos cuenta que el nivel del campeonato nacional fue malo. Deportivo Quito sumido en una crisis institucional que lo puso al borde de desaparecer. Liga de Quito comenzó un nuevo proceso con Zubeldía que recién daba sus primeros pasos y no le alcanzó. Independiente del Valle la luchó pero no aguantó la recta final, y a Emelec le pasó factura el desgaste de la Copa Sudamericana. Barcelona aprovechó la situación y comenzó a “arañar” puntos partido a partido. No con un juego arrollador ni efectivo, sino más bien con un esquema estratégico defensivo que dependía de contrataques sorpresivos y con la enorme suerte de tener a un Ismael Blanco inspirado, sacrificado y efectivo.
En la final contra Emelec el choque de estilos y de trabajo saltó a la vista, inclinando la balanza a favor de los azules con contundencia y sin nada que objetar. Haber llegado a la final era la carta de presentación con la que Rubén Israel se “ganó” el derecho de permanecer en el equipo. La dirigencia le apostó a un supuesto proceso y se creyó las palabras del técnico uruguayo. Israel decide hacer uso de la posibilidad de armar su propia plantilla, opción que no había tenido en el año anterior. La dirigencia desmantela al equipo vice campeón y contrata a más de 14 jugadores. Se fueron el “Chivo” Suárez, Cristian Penilla, Pepino, Michael Jackson Quiñónez, entre otros.
Arranca el 2015 y las ilusiones y esperanzas se reactivan. Ya con la escuadra completa se inicia la pretemporada. Y ahí lo último que hubo fue preparación, o al menos una buena preparación. Todos los equipos saben cuál es el sistema del campeonato y a qué cronograma de partidos se enfrentan año a año. Es en ese comienzo donde debes de plantearte los objetivos y el plan de acción para lograr dichos objetivos, teniendo en cuenta el sistema, las fechas, los rivales, y demás aspectos que todos conocemos de memoria. El señor Israel trabajó mal. Un equipo que viajó a Argentina en donde prácticamente no pudo realizar trabajo de campo por situaciones climáticas. Un técnico al que lo condicionaba una grave situación familiar. El resultado de esto fue un equipo partido y mal preparado. Con estos antecedentes comienza a disputar el campeonato nacional y todo lo anterior salta a la vista. Una enorme desventaja técnica, táctica y de funcionamiento frente a sus rivales. Una pobre preparación física y sicológica. Un técnico perdido en sus propios argumentos que trabaja mal y que no sabe sacar el mejor rendimiento de cada jugador. Una dirigencia equivocada en los refuerzos, centrada en las elecciones de este año y crédula de un mensaje equívoco de su técnico.
No quiero terminar sin mencionar los siguientes puntos:
• Ningún equipo contrata a inicios de año más de 14 jugadores. Esto sólo demuestra falta de capacidad, de preparación y por sobretodo de planificación.
• Falta de visión y endeudamiento al preferir contratar nuevos jugadores que a hacer el esfuerzo de mantener a los que les estaban dando resultados. El cambio por el cambio sin ningún argumento.
• No reforzar adecuadamente a tu línea más débil, la defensa. Seguir dependiendo de Perlaza y Checa, quienes hace mucho tiempo ya llegaron a su límite. Traer a Lamas sin conocimiento previo, y digo esto porque con sólo verlo por televisión te podías dar cuenta que no era el jugador que necesitaba Barcelona.
• Contratar a Frezotti y dejar ir a Alex Bolaños. Mantener como titular a Frezotti después de 14 fechas en las que sólo se ha desgastado en su propio juego que consiste en recuperar la pelota y no saber qué hacer con ella, entonces se la vuelven a quitar y corre para volverla a recuperar, y así sucesivamente.
• Sabiendo ya la regla del juvenil no haber trabajado y buscado un juvenil con mejor nivel y que juegue en la posición que menos afecte al funcionamiento colectivo del equipo.
• Un medio campo que no elabora y que no crea fútbol. Jugadores que venían sin jugar y sin ser regulares en sus equipos, y que claramente no son mejores que los que se fueron.
• Jugar cada partido sólo con 3 jugadores verdaderamente entregados y sacrificados: Oyola, Alemán y Blanco lo han dado todo, pero ellos solos no pueden.
• Un equipo mal trabajado desde lo técnico y táctico. Un equipo sin liderazgo. Un equipo sin idea de juego. Un equipo sin rumbo.
• Un director técnico que tiene más de “vendedor de ilusiones” que de líder de un banquillo. Un técnico que ha trabajado mal, que no ha sabido cómo sacar el mejor rendimiento de cada uno de sus jugadores. Un técnico que sicológicamente ha mermado al equipo y que no le ha dado identidad. Un técnico que se sienta ante un micrófono con argumentos incoherentes que le faltan el respeto a la institución y a la hinchada, una hinchada que podrá ser muy apasionada, pero jamás boba.
• Unos dirigentes que se pelean en redes sociales y que aseguran que “tienen equipo y tienen nivel”. Unos dirigentes que están perdiendo lo más preciado en un equipo de fútbol y que se llama TIEMPO.
Por: Ab. Sylvia Meneses Echeverría
Máster Internacional en Gestión y Marketing Deportivo
Twitter: @pilumeneses