Cuando parecía que ya se habían develado todos los secretos que esconde su cerebro, ese lugar en el que habita el fútbol en su máxima dimensión, Pep Guardiola, acaso uno de los mejores entrenadores de todos los tiempos e ideólogo del inolvidable Barcelona que marcó una era, sorprendió a todos. El cultor del fútbol con pelota al pie y que hizo del juego de posesión su argumento vital, mostró en los últimos días otra cara: la de un DT dispuesto al pragmatismo y a jugar sin la pelota si las circunstancias así lo ameritan.
El entrenador que ganó 40 títulos en sus 16 años de carrera y edificó un perfil vinculado a su obra cumbre en Barcelona, entre 2008 y 2012, mostró en estos últimos encuentros al frente del Manchester City, equipo que conduce desde 2016, no ser el fundamentalista de ese fútbol perfecto que se suponía. El lado B del hombre que desde el falso 9 en adelante ha revolucionado al fútbol con su impronta quedó demostrado el domingo en el empate 1-1 ante Arsenal.
Es que frente a los Gunners, los Citizens tuvieron apenas el 32,8% de la posesión de pelota. Nunca antes en los más de 900 partidos que lleva dirigidos el catalán, uno de sus equipos había estado tanto tiempo sin el balón. El antecedente más cercano en el City se había dado en marzo de 2023 ante el mismo rival, cuando la tuvo un 36,5%.
Por si solo parece poco, pero en contexto el dato evidencia una tendencia que comenzó a transitar el español en los últimos años y que se profundizó en el inicio de esta temporada. Ante un Arsenal de andar arrollador y mayor poderío, y seguramente influenciado por las ausencias de hombres importantes como Omar Marmoush, Rayan Ait Nouri y Ryan Cherki, Guardiola fue pragmático y su equipo apostó al contragolpe.
A diferencia de lo que acostumbra a hacer cada fin de semana, esta vez el elenco inglés apostó a un bloque bajo y contragolpear. A los 9 minutos se encontró en ventaja con el gol de Erling Haaland y luego aguantó el resultado, aunque los de Mikel Arteta, ex ayudante de Pep, encontrarían la igualdad a los 93 minutos. Para ese entonces, el City ya estaba irreconocible: habían salido Phil Foden, Haaland y O’Reilly y en sus lugares entraron futbolistas de corte defensivo como Nathan Aké, Nico González y John Stones.
“No puedo vivir en este país con otro récord, estoy muy orgulloso de ello”, dijo en broma Guardiola cuando le consultaron, pero luego explicó: “Le doy mucho crédito al Arsenal por lo que ha hecho. No lo queremos, pero a veces pasa. Bueno, una vez cada 10 años no está mal, ¿verdad? Así que estuvo bien. Tengo que demostrar mi valía de nuevo para otra estrategia. Ahora soy un equipo de transición”.
La interpretación más posible es que Guardiola consideró que su equipo no está preparado aún para pelearle de igual a igual al Arsenal y por eso cambió. Algo ya había esbozado en el partido previo en el que le ganó el clásico al United, cuando también mostró momentos de repliegue, muy diferente a lo que había hecho en los tres primeros partidos de Liga, ante Wolves, Tottenham y Brighton (estos últimos dos fueron derrota).
Más allá de esto, los hechos muestran una tendencia a evolucionar por parte de Guardiola. Tanto es así que ya no está a su lado Juanma Lillo, gran influencia para el juego de posición, sino que su lugar lo ocupa desde esta temporada Pepijn Lijnders, ex ladero de Jürgen Klopp, aquel que definía que sus equipos eran heavy metal por el vértigo y las transiciones rápidas. Cuando parecía que Pep había mostrado todo su repertorio, revela que tiene un plan B muy distinto al que todos esperaban. Hasta dónde estará dispuesto a llevarlo es un interrogante que se develará esta temporada.