Liam Hughes llegó a jugar en 2015 contra el Manchester United. Fue en un partido de la cuarta ronda de la FA Cup y Hughes militaba por entonces en el Cambridge United. Una de sus grandes noches, junto al playoff en Wembley en 2014, cuando contribuyó con un gol a que ascendiera el Cambridge a League Two nueve años después.

Esos fueron los mejores momentos de un futbolista que unos meses después de codearse con las grandes estrellas del United tuvo que ser hospitalizado por un intento de suicidio en su casa. Hughes se atiborró a antiinflamatorios que le habían prescrito en el club por sus lesiones y solo la aparición de la que era por entonces su pareja le salvó la vida en el patio de su casa.

“En mi cabeza estaba convencido de que lo mejor para todos era que no estuviera más. Estaba en un camino de un solo sentido hacia la tumba”, admitió Hughes a la cadena británica BBC.

No terminaron ahí los problemas del delantero. De hecho, solo fueron a peor. Con 22 años y tras ser padre de su primera hija, su salud mental se vino abajo; en sus propias palabras, “toda la positividad que enmascaraba mis problemas se desvaneció”. “Empecé a beber más. Me sentía aislado y mi salud mental se derrumbó, hasta el punto de cuestionarme si quería seguir viviendo”.

Echando la vista atrás, Hughes, que recuerda cómo pensaba en estrellar su coche cuando iba camino de los entrenamientos del Cambridge, es incapaz de entender cómo la responsabilidad de ser padre no era su prioridad en ese momento, ya que los pensamientos negativos lo inundaban todo.

A medida que esos pensamientos suicidas aumentaban, Hughes utilizaba su privilegio de futbolista para almacenar antiinflamatorios en casa para tratar “un problema en el tobillo”, según le contaba a los médicos. La realidad es que los guardó hasta que tuvo suficientes para intentar suicidarse.

En 2016, tras el intento de quitarse la vida, salió del Cambridge y comenzó a dar tumbos por las divisiones inferiores de Escocia e Inglaterra. Cuando recaló en el Barrow, en la Quinta división inglesa, ya tenía un problema de adicción a la cocaína.

“Ganaba bastante bien, casi 1.000 libras semanales, y me gastaba entre 300 y 600 a la semana en cocaína. La tomaba cada día. Estaba en una espiral de autodestrucción. No dormía, así que tenía que beber para poder dormir y para poder funcionar al día siguiente tenía que volver a tomar cocaína”, relató Hughes a BBC.

Comenzaron entonces las autolesiones: cortes, apagarse cigarrillos en el brazo… “Me autocastigaba”, admitió el futbolista, que volvió a intentar suicidarse en 2018 y que esas navidades, el mismo día 25 de diciembre, fue robado y agredido por cuatro hombres al intentar comprar cocaína. Al día siguiente, el conocido como ‘Boxing Day’ en Inglaterra, pese a tener una costilla herida, un corte en la cara y un labio inflamado, jugó con el Darlington y marcó un gol.

Ese incidente le ayudó a entrar en rehabilitación y fue en 2018 también cuando conoció a su actual pareja, Jenny, con la que lleva cinco años. Hughes, que se casará el año que viene, tiene tres hijas de su relación anterior, y formó parte del programa Sporting Chance, que ayuda a futbolistas con problemas de salud mental y estuvo un año en rehabilitación.

“Un día mis hijas serán mayores y leerán las cosas malas que hice, pero quiero que también miren atrás y piensen “mi padre luchó por su salud mental y contra la adicción”, reconoció Hughes, que ahora tiene un trabajo a tiempo completo y juega en el Worksop Town, de la Séptima división inglesa.

“Tengo que seguir trabajando en mí cada día. No soy perfecto, pero he ido desde el fondo de la botella y he llamado a las puertas del infierno para ser un mejor ser humano. Estoy lidiando con mis problemas y siendo honesto. Quiero ayudar a toda la gente que pueda y ser un buen esposo y un buen padre”.

FUENTE: DIARIO AS.