Fue la jugada del superclásico, de un Boca 1 – River 1 que no dio tregua. Que tuvo a un equipo visitante que dominó en la primera media hora, que luego se puso abajo y que después tuvo de todo. Rojas, Boca a punto de ponerse 2-0 (tapadón de Armani), el Millo igualando en el momento menos esperado con Palavecino, la expulsión de Zambrano, luego la de Casco y una jugada tremenda a los 44′ del ST. De la que se va a seguir hablando, ¿qué pasó con esa pelota que se metía, sin viento ni oposición?

El pibe Girotti se metió con polenta por derecha, camiseteó al rival y metió el centro atrás, que terminó rebotando en la cabeza de Izquierdoz. El Cali (había metido un gol en contra en la final de la Libertadores 2018) vio con la pelota se le escurría a Andrada, sorprendido, y se agarraba la cabeza por lo que parecía inexorable: el 2-1 de River en el final. Pero cuando la pelota iba mansa al arco, entraba, en el último pique en la línea hizo una parábola inesperada, increíble, y la bola salió para afuera. Y siguió el sufrimiento: Zuculini la empujó en el segundo palo, dio en el poste y Andrada llegó a terminar con el suspenso.

«Fue un efecto raro que hizo la pelota, gracias a Dios que salió», comentó Marcos Rojo, debutante, con alivio luego del 2-2. Esa fue la jugada del partido, la que podía haber cambiado la historia sobre la hora, con River yendo al frente y Boca preocupando de contragolpe.

Gallardo siguió con sufrimiento ese casi gol, y al final exclamó su bronca por la pelota que entraba y que por esas cosas del destino terminó saliendo. Y el gesto de Riquelme agarrándose la cabeza por esa jugada también dejó en claro lo que la había sufrido.

TOMADO DE DIARIO OLÉ