Encuentro amistoso entre las Selecciones de Argentina - Venezuela en el estadio Wanda Metropolitano. Messi

Como tantos barcelonistas que hemos encadenado el luto de Lisboa con dos noches sin dormir por culpa del bureaufax de Messi, intento agarrarme a un clavo ardiendo para intentar que duren, algo más, estos 20 años de una historia que creíamos que era de amor y ahora tememos que fuera de conveniencia mutua. Me aferro a que, en Leo, algunas decisiones tras una decepción morrocotuda, no han sido definitivas. El 27 de junio de 2016, tras perder tres finales con la albiceleste en tres veranos consecutivos (Mundial ante Alemania y dos Copa América ante Chile en los penaltis, con él culpabilizándose de haber errado el primero de la tanda) anunció que dejaba de jugar con Argentina: “Se terminó para mí la selección”. Lo soltó en una entrevista en zona mixta a TyC Sports, el mismo medio que el martes dio la noticia del adiós. Leo añadió, entonces, que su decisión era “por el bien de todos”.

Ahora no le escuchamos la voz, pero la tristeza que arrastra tras las decepciones de RomaLiverpool Bayern permite algún símil. En esa ocasión, un mes y medio después, el 12 de agosto de 2016, Messi emitió un comunicado para anunciar que volvía a la selección e iba a disputar la clasificación para el Mundial de Rusia. La marcha atrás fue evidente. ¿Hay, ahora, partido por jugar? Esta es la cuestión.

TOMADO DE MUNDO DEPORTIVO