El ejército violeta liderado por el capitán Pezzella  y los expertos soldados Ribéry y Chiesa, entraron en la ciudad de Milán con la intención de hacerse con el mando del histórico palacio de San Siro. La guerra, en cambio, solo tuvo un bando, y la humillación al Milán acabó por ser menor de lo que podía ser.

El equipo de Vincenzo Montella saltó al campo vestido con una indumentaria poco habitual de color verde que se camuflaba con el césped. La metáfora parecía que caló en el equipo milanista, que se vio superado  desde el principio por los ‘violetas’.