Se lo ve tranquilo, más allá de todo. Es cierto que en la cancha sufre, se angustia, repite esos gestos que marcan cómo vive estos tiempos de Selección: las dos manos en la cara, la mirada al cielo, otras veces al piso. Pero a Messi, a este Messi que se muestra más maduro ante las cámaras, más líder, más capitán, hay algo que lo tiene mal. Por empezar, que cueste tanto lograr un triunfo. «Es frustrante no ganar. Ya jugamos dos partidos y no logramos los tres puntos en ninguno. Esto sí era impensado. Porque es fundamental para estar tranquilos. Ahora no nos queda otra que lograrlo para clasificarnos», dijo.

Pero además, al 10 argentino también lo frustra algo que lo afecta decididamente a él en particular y a toda la Selección en general. Algo que no le permite desarrollar su mejor juego, por más socios que le pongan en cancha. «Lo que más duele es que no tenemos el funcionamiento, que debemos seguir en la búsqueda de un equipo, y que encima no hay tiempo. Entonces, ahora queda un partido y hay que ganar o ganar, por lo menos si queremos pasar».

Estar otra vez en una situación límite es otra de las cosas que también lo saturan. El tener que buscar elementos más bien anímicos que futbolísticos para sentir que hay esperanza, agarrarse de situaciones que no pasaron para creer que es posible. «Si nos hubieran hecho el penal, ya no tendríamos opciones y que por algo suceden las cosas: hay que tomar eso y seguir», avisó.

Ahora bien, que Messi crea, que tenga esperanzas, que piense que se puede, es acaso el escenario más positivo que se puede sacar de este momento de quiebre. La Selección, está claro, dejó de ser un escenario placentero para Leo, pero también para  muchos. Sin embargo, sigue ahí. Y sigue ahí con confianza. «Es un momento complicado porque no estamos pudiendo ganar, pero nos vamos a clasificar». En él, en el milagro, otra vez confiamos.