Aparquemos un momento el discurso del ADN Barça, del estilo, de las formas… El gran objetivo del FC Barcelona para la temporada 2018-2019 es conquistar la Champions League. Que el Real Madrid la haya ganado cuatro veces en cinco años (tres consecutivas) escuece en el Camp Nou.

El doblete conseguido es extraordinario, pero en el campo y en el palco todo el mundo es consciente que mientras el Madrid conquiste Europa, nunca se valorará en su justa medida la Liga y la Copa. Es más, en la zona noble del club se considera inadmisible haber caído tres años seguidos en cuartos de final. Y la última, en Roma, de qué manera.

Por lo tanto, hay que confeccionar una plantilla de calidad y sólida para conseguir esos objetivos. Valverde, Abidal y Segura quieren elevar el nivel de la llamada clase B hasta el punto de que, salvo contadas excepciones, no haya diferencias entre unos y otros. Vamos, que los suplentes puedan ser titulares en todo momento.

Y ahí entra el perfil de Arturo Vidal. Rendimiento inmediato, contrastado profesional y curtido en mil batallas. Ha triunfado en la Juventus, en el Bayern y si viene, también lo hará en el Barça. Si Pep Guardiola se lo llevó a Alemania fue por algo. Y si llega será para dar lo mejor de sí mismo en la recta final de su carrera. Tiene oficio, carácter, gol, juega en muchas posiciones y es un líder.