Unai Emery y Al Khelaifi se quejaron amargamente, y con razón, del árbitro del Madrid-PSG, Gianluca Rocchi. En Turín no se explican, todavía, por qué Mister Oliver señaló penalti de Benatia a Lucas Vázquez (y luego expulsó a Buffon por las protestas).

Los del Bayern siempre podrán decir que incluso Marcelo admitió haber cometido penalti por unas manos que Cüneyt Çakir sabe porqué no quiso pitar. Bueno, tampoco lo saben su arbitro de gol, ni el asistente de banda. Como más árbitros ponen, menos cosas ven. O las pitan a discreción, sin un criterio claro.

El grave problema de la UEFA con los árbitros no sólo beneficia al Madrid y perjudica al resto, lo tremendo de la cuestión es que, en la mejor competición deportiva del mundo, los colegiados no están a la altura del campeonato. No es que les falte ayuda tecnológica, es que les falta nivel. Otro ejemplo, el encuentro en la Roma y el Liverpool.

Pasaron los ingleses, pero el esloveno Skomina les escamoteó dos penaltis como la copa de un pino. Lo de Clement Turpin en el Arsenal-Atlético, en Europa League, también fue de juzgado de guardia. ¿Seguimos? Ceferin debe tomar cartas en el asunto: no puede haber otro año igual de malo.